En primera fila
Terraplanistas
Siempre habrá pillos que engañen a otros, pero en la era del conocimiento, nunca debería ser por falta de éste

El astrofísico Carl Sagan advirtió al final del siglo XX que «vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología, pero casi nadie sabe nada de ellas. Esto constituye una fórmula segura para el desastre». Esta tesis puede explicar cómo es posible ... que decenas de miles de personas vivan convencidas de que la Tierra es plana, después de haberse educado en el mundo occidental.
Los terraplanistas creen que toda la ciencia es una gran mentira. Que la escuela griega pitagórica inició la conspiración hace más de veinticinco siglos al defender que todos los cuerpos celestes eran esféricos, y que tanto Aristóteles como Eratóstenes se conchabaron para perpetuar el engaño. El primero, al señalar que la sombra redonda que se proyecta sobre la Luna en un eclipse es la Tierra. El segundo, al calcular la circunferencia del planeta a partir de la diferente sombra proyectada por dos palos en dos puntos geográficos distintos -Alejandría y Siena-. Por supuesto, Nicolás Copérnico y Galileo Galilei entraron en la confabulación al defender que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Para los terraplanistas, la vuelta al mundo en barco de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano no es más que pura falacia. Y la teoría de la gravedad de Isaac Newton como mínimo incorrecta. El Apolo 11 que aterrizó en la Luna, burda filmografía. Y consideran a la Nasa el último instrumento de este complot planetario.
Para echar siglos de ciencia por tierra se aferran a que cuando una pelota sale del agua el líquido siempre le resbala, y que al mirar hacia el horizonte jamás se ve una curva. Así que en 2020 pretenden fletar un barco para demostrar que nuestro planeta es una gran planicie rodeada de un muro de hielo. Pero que nadie albergue esperanzas de que estas pobres almas abrirán los ojos. Si los tripulantes dan la vuelta al mundo y comprueban que la Tierra es redonda, el resto de terraplanistas asegurará que se dejaron sobornar, que la ruta fue alterada mientras dormían o cualquier otra invención. Como parten de que todo es una gran conspiración, no hay prueba suficiente para sacarles de un engaño que probablemente esté sirviendo para llenarle los bolsillos a más de uno.
La lógica reflexión que subyace tras este afortunadamente minoritario pero increíble fenómeno es, una vez más, el peligro que suponen las noticias falsas y su facilidad para propagarse gracias a las redes sociales. También la soledad como facilitadora de la captación de personas, movimientos sociales cuestionables que solo buscan crecer en número. Sin embargo, es importante cavilar sobre otra circunstancia menos analizada y determinante en este caso: la baja educación científica con la que los niños dejan la escuela. Muchos terraplanistas explican que se acercaron a esta teoría para divertirse o rebatir el disparate, pero acabaron creyéndola a pies juntillas. Y eso solo es posible porque carecían del conocimiento científico mínimo para refutarla y advertir que estaban frente a argumentos aficionados. Algo que cualquier persona puede comprobar a simple vista, por ejemplo, contemplando la Estrella Polar, ya que se ve a distinta altura según el lugar desde el que se observe. Fenómenos como el terraplanista deberían hacernos reflexionar sobre las lagunas de la educación tradicional, más preocupada por enladrillar la mente de los niños con teoría que por transmitirles conocimiento a través de la vivencia y la experimentación. Siempre habrá pillos y locos que logren engañar a sus semejantes, pero en la era del conocimiento, nunca debería ser por falta de éste.
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