todo irá bien
Me gustaba más
Cuando el Rey vuelva nos veremos reflejados en el espejo de su regreso

La próxima visita del Rey Juan Carlos será un espejo de lo que hemos sido en los últimos años. Valen más las imperfecciones de los grandes que la rectitud de los mediocres. La España de Don Juan Carlos fue próspera, brillante, estable; y la Transición ... fue una obra de arte política de difícil superación. El populismo de Ciudadanos de juzgar a las personas por sus defectos, en lugar de sus virtudes, dio lugar a un politiqueo mezquino, deleznable, de una insólita bajeza. El populismo bananero de Podemos, con su candado del 78, es el ensayo general del liberticidio que las tiranías yihadistas y sudamericanas pretendieron llevar a cabo en nuestro país.
Descontadas al Rey todas las faltas que quepan descontarle -y que no son tantas- nos queda una figura de primera talla mundial, fundamental en nuestra diplomacia y proyección empresarial, y que siempre hemos podido estar orgullosos de la calidad de sus amantes. Es de auténtico mago del balón levantarse a Corinna y ya no digamos irlo a celebrar a la sabana bajándote a un par de elefantes. Me gustaba más aquella España de Don Juan Carlos, de caviar en Semon, tomates en Hispania y langosta en Es Cranc, que la presuntamente cercana de Letizia diciéndole a sus hijas que soplen para no quemarse comiendo la sopa en aquel humillante vídeo casero que parecía un ‘remake’ de ‘Los Roper’.
Me gustaba más aquella España gastona, esperanzada, en que los lectores leían y los oyentes escuchaban en lugar de estar todo el día dando la tabarra en las redes sociales con sus absurdas opiniones que menos no podrían interesarnos. Me gustaba más aquella España conciliadora, respetuosa, que se ponía en pie cuando el Rey entraba, que las cosas las quería mejores y no sólo más baratas. La España de los Juegos de Barcelona, con el Príncipe de abanderado.
Cuando el Rey vuelva a casa nos veremos reflejados en el espejo de su regreso. Nuestro catetismo cantonal, nuestra afectación provinciana, la vulgaridad de esta naíf ansiedad revolucionaria que no nos ha conducido a absolutamente nada. El ridículo que hemos hecho desde que se marchó y el daño que nos hemos causado por no haber defendido lo que nos hacía felices. Aunque diéramos por ciertas -que no lo son- cada una de las faltas que se le atribuyen, cualquiera de sus logros las supera a todas juntas en gracia e importancia. Y por supuesto, ninguno de sus detractores puede presumir de una sola línea que ni remotamente se parezca a su impresionante hoja de servicio.
Nos ha ido mal sin usted, Señor. Hemos tomado las decisiones equivocadas, hemos sido un pueblo de cabreros incapaz de entender lo que es un Rey. No hemos estado a la altura de su legado ni en lo cívico, ni en lo político, ni en lo sentimental. Me alegro de su regreso. Aunque no gritemos, muchos como yo le guardamos gratitud, reconocimento, afecto y lealtad. No lo tome como un desafecto hacia su hijo. Pero los que crecimos bajo su reinado le debemos la libertad, y esa alegría torera de vida amable y saber siempre dónde hay que ir a cenar.
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