Vivimos como suizos
Lo que es largo
Un discurso no sirve tanto para comunicar unas ideas como para encubrirla
![Rosa Belmonte: Lo que es largo](https://s2.abcstatics.com/media/opinion/2020/04/07/simon-rdp-kPS--1200x630@abc.jpg)
Ha hecho Armando Iannucci una película sobre David Copperfield donde el protagonista es indio. Vale que Dev Patel es más londinense que Charles Dickens, pero no hay más que verlo para saber que aunque sus padres sean de Nairobi, tienen ascendencia india. Por eso en « ... Slumdog Millionaire» (2008) interpretaba a un adolescente de Bombay. Pero es Iannucci. Puede dar las vueltas que quiera a Dickens, aunque «David Copperfield» sea su novela más autobiográfica. Y su favorita. Puede porque aunque haga una serie del espacio como «Avenue 5» es capaz de hacernos ver la estupidez humana frente al desastre en sus muchas variedades. Cosa que comprobamos sin estar en órbita. Vaya, que no hace falta que haga series o películas sobre políticos.
En todo caso, Dickens ya era punzante y divertido antes de que Iannucci lo fuera. Parodiaba la hipocresía y la lengua de las autoridades. Recuerda Iannucci en una entrevista en la revista «Sofilm» la idea de que un discurso no sirve tanto para comunicar unas ideas como para encubrirlas. Y en esas estamos ahora también. El hombre no cambia. Tampoco el político. Una se asusta al leer ciertas cosas. Que el Gobierno tiene la intención de confinar a los asintomáticos. Recluir en los hoteles a los positivos sin síntomas. Supongo que con el consentimiento del individuo en cuestión o con autorización judicial. No sé lo que soy, como la mayoría de españoles, porque no nos hemos hecho test, pero me veo como los japoneses encerrados en Estados Unidos tras Pearl Harbor. Leo también que el Gobierno ha aprobado una norma que le permite la geolocalización por el móvil de todos los ciudadanos. Hombre, ahora me da igual. Pienso tanto en la fuerza mayor (aunque hasta que no me hagan pruebas lo mismo les dará dónde estoy) como en que durante el confinamiento me muevo en un pie de pava. ¿Pero y cuando esto pase? Si nos quejamos, lo mismo vienen los dionisioridruejos a llamarnos «señoritos demócratas» (como él hizo con Juan Ignacio Luca de Tena).
A lo mejor Fernando Simón, cuando nos dijo que aprendiéramos a relacionarnos a la japonesa, quería ir más allá de que no nos tocáramos. Akira Mizubayashi escribió su ensayo «Elogio de la errancia» (Gallo Nero) dos años después de que el Partido Liberal Democrático de Shinzo Abe volviera al poder. Dice Mizubayashi que los dos grandes males japoneses son el presentismo y el conformismo. Y este se refiere al sometimiento a la autoridad sin cuestionarla. Cuenta que en 1923 varios directores de colegios sacrificaron su vida para salvar de las llamas los retratos del Emperador que había colgados en sus despachos. «En Europa occidental, el conformismo es objeto de una crítica acerba cuando se confunde con la sumisión a la tiranía de la mayoría. En Japón, es más bien la voz (o la vía) de la sabiduría, como indica el proverbio antes mencionado: “Déjate envolver por lo que es largo”».
A Iannucci le copiaban los políticos. Y eso mucho antes de que la administración de Trump se pareciera a «Veep» (entonces, Iannucci ya había abandonado la serie). En «The Thick of It» (sobre políticos y asesores) se inventaban políticas y leyes absurdas. «Chris Adison [Ollie Reeder] piensa en una base de datos nacional de habitaciones no ocupadas. Te hacían pagar impuestos si tenías una habitación inutilizada en tu casa. Se convirtió en el bedroom tax». El Gilead de Margaret Atwood todavía no lo temo. Respeto más a Ursula K Le Guin: «La libertad no es un regalo sino un trabajo duro». Pero a mí ya, como a Lola Flores, «me da igual que vengan los rusos que la democracia».
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