Hazte premium Hazte premium

vivimos como suizos

Dominguín

Sólo por una mujer afrontaba la muerte ante el toro

Rosa Belmonte

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cuanta más gente conozco, más me gustan los Soprano. Hasta los Pantoja. Cuanto más leo a Miguel Bosé, más me gusta Luis Miguel Dominguín. Muy a favor de ese hombre de antes en ‘Aquella España dulce y amarga’, como se titula el libro de Grijalbo ... en el que Paco Rabal y Carmen Sevilla cuentan la España que fue. Miguel Bosé siempre ha sido rematadamente guapo, pero ahora se nos antoja pelín cipote. Desde que apareció aquella noche en el Florida Park en el programa de Íñigo fue el mejor. El más guapo, el más refinado, don Diablo, aunque no fuera el de mejor voz (ese era Camilo Sesto). Miguel era otra cosa. El hijo de Dominguín y Lucía Bosé. Nada que ver con Pedro Marín, Iván y otros cantantes de la época que no se relacionaban con Visconti o Picasso. Pero ahora, vacunafobia y pago por hijos aparte, llama bambi a un gabato. Nada tengo que decir yo de la relación entre un padre y un hijo que sólo conozco por lo leído. Miguel es dueño de sus recuerdos. Pero por lo que he leído (sobre todo a Carlos Abella y Andrés Amorós), tengo a Dominguín por uno de los hombres, torero o no, más importantes del siglo XX en España.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación