Ramos

Ayer la niña estaba con ella y no tuvo la sensación de que tuviera que llamarme para ir a bendecir la Palma. Me enfadé mucho. El hiriente contraste me indignó primero. Pero la desolación de fondo me vino del amor que tendré siempre por ella, porque sé que la ingratitud conduce invariablemente a la infelicidad.

De joven mi rebote habría sido devolverle el desprecio pero el sentimiento que ayer me brotó fue el de escribir este artículo sobre la generosidad y la esperanza. Y también hoy, como siempre, te invito yo. Con el tiempo he aprendido que de nada me sirve vengarme de las personas que me ponen triste, sobre todo, si como es el caso, las quiero mucho. Mi venganza es contra la tristeza y sólo puedo consumarla con ternura.

Una de las ideas que con la edad he visto que más me cambiaba ha sido la libertad. Si de pequeño la asociaba al derecho de hacer lo que me viniera en gana, con el paso del tiempo la fui entendiendo como una responsabilidad hasta el deber de luz que es como la asumo ahora. Libertad, verdad y amor son una sola cosa y vivir consiste en ser testigo del círculo ya completo.

Lo injusto no puede ser la respuesta a la injusticia y tu desprecio no compensa el desprecio que te hicieron sino que te vuelve a ti también despreciable. Hay personas opacas, oscuras, perdidas en su laberinto de tristeza y angustia pero la causa de los hombres libres, verdaderamente libres, amorosamente libres, no puede ser contra ellas sino contra la oscuridad y la angustia, alumbrando la tiniebla en lugar de propagarla con más resentimiento.

Ramos. Júbilo y procesión. Entró en burro a Jerusalén i no em sap cap greu que el burro sea yo.