Perdigones de plata
Tipos de antaño
De Gaulle, pitillo eterno, rostro severo, gastaba silueta mística y parecía levitar cuando caminaba

Vapuleada Francia en menos de un mes bajo la tormenta de acero alemana, De Gaulle recurrió a una suerte de chamanismo patriótico que le permitió absorber las esencias de una mixtura entre Juana de Arco y Luis XIV. Por esas extrañas casualidades de la vida, ... cuando estrenan la película que recrea las andanzas del general durante aquel episodio, Sarkozy arrastra los pies para sentarse ante el juez por sus presuntos chanchullos.
De Gaulle, pitillo eterno, rostro severo, gastaba silueta mística y parecía levitar cuando caminaba. Sarkozy proyecta mirada huidiza de sospechoso habitual, de hombre que quiso reinar, y en este trance parece un charcutero de Burdeos alumbrado por Lelouch. Durante un ocioso verano agarré de la biblioteca paterna los tres tomos del general, sus «Memorias de guerra». Admiré la tenacidad del larguirucho. Devastado por la adversidad logró convertirse en la Francia Libre. En aquella páginas nombraba mucho a Churchill. Los desprecios del inglés, su falta de sensibilidad, en fin... Luego leí las memorias de Churchill y comprobé que, para él, De Gaulle supuso un molesto grano en el culo. Pero el francés consiguió, a base de arrogancia, inflando el mito de la Resistencia, camuflando la deleznable colaboración de muchos de sus compatriotas con los nazis, respeto y mando para su país. Gracias a una carambola entrevisté con 23 años a Alain Delon. «¿Quedan políticos como De Gau-lle?», le pregunté. «¡Ah, ese era un hombre!», contestó. Idéntica respuesta obtuve cuando intenté extraer información sobre José Giovanni, Melville, Gabin o Lino Ventura. Todos eran, según el actor, hombres íntegros. Desde luego aquellos tipos pertenecen a otra época. Empezar con De Gaulle para acabar con Sarkozy implica inevitable degeneración, pero cuando radiografiamos nuestro paisanaje, al lado del Sánchez que cede, cautivo y encantado, las riendas a los independentistas, hasta Sarkozy se nos antoja un coloso. Chanchullero, quizás, pero rezumaba sentido de estado.
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