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Una raya en el agua

El presidente bidimensional

Sánchez no gobierna, posa: su presidencia no es más que un álbum gráfico. Su legado será una colección de retratos

Ignacio Camacho

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Cuando Sánchez abandone la Moncloa, para lo que es de temer que falten algunos años, dejará allí el colchón -para que lo cambie su sucesor- y se llevará un álbum. De fotos, claro. Fotos con mandatarios internacionales, fotos entre las estatuas del jardín como un ... presidente americano, fotos de campaña, fotos en el Falcon. Ése será su legado: una colección de cromos, de retratos. Sánchez no gobierna, posa: su presidencia, hasta ahora, no es más que un largo cuaderno gráfico. Al principio se trataba de crearse un halo de hombre de Estado con aquel Gobierno bonito, ya tan desvaído y pálido, que se daba aires de Camelot kennedyano. Ahora posa de dirigente que quiere gobernar y no le deja una perversa oposición empeñada en achicarle el campo y en regatearle un triunfo electoral diáfano. La política es para él un encuadre perpetuo, un marco en el que salir ante la posteridad bien perfilado; su negativa a pactar con Iglesias se debe, en el fondo, al temor mal disimulado de que un socio tan narcisista como él le robe los mejores planos.

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