Peñafiel (el «refugiado»)

José Alejandro Peñafiel Salgado, 42 años, el banquero estrella de Ecuador, el paradigma del hombre de éxito, el modelo a imitar, la admiración de sus compatriotas, como ha escrito la periodista Salud Hernández-Mora, se estrelló contra la tela de araña financiera que había urdido durante años, hundiendo en su caída a 150.000 modestos ecuatorianos que le habían confiado sus ahorros, probablemente para venirse a trabajar a nuestra patria. Ese país hispanoamericano intenta infructuosamente proceder a su extradición desde España para juzgarlo, mientras él se defiende con el cuento —en su caso cuento evidente— de que es un perseguido político. Pero ha conseguido articular una defensa cuya inusitada eficacia ha sorprendido en los foros jurídicos y políticos españoles y europeos. No debe echarse en saco roto que uno de sus abogados es el diputado socialista Diego López Garrido, quien se caracteriza por fustigar al Gobierno español con la Ley de Extranjería y por querer pasar como un defensor de desamparados como, habrá que suponer, debe creer que es este ex presidente del Banco de Préstamos, multimillonario, a quien defiende con ahínco.

Por otro lado, también hay mucha gente que se pregunta sobre quién será el que está asesorando al ecuatoriano en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que, con tan inusitada celeridad —las víctimas del terrorismo llevan más de un año y no saben todavía si su demanda será o no admitida a trámite— paralizó telefónicamente la entrega que España, con el total apoyo del fiscal de la Audiencia Nacional, tenía previsto hacer del magnate al día siguiente a la República Ecuatoriana; o ese falso estatuto de refugiado que le concedió ACNUR y que también paralizó la entrega del «refugiado» hace unos meses. Son preguntas que, de momento, no tienen respuesta.

Es posible que ahora, López Garrido y otros escriban artículos, de esos que se firman como catedráticos de algo, sobre la reforma de la Justicia y los derechos humanos.