Cambio de guardia
Lo que no se entiende
Alzar al poder a la burguesía más rancia y reaccionaria de Europa, la del racista Torra

Puede que sólo la oligarquía catalana se haya tomado en serio lo que formulara Curzio Malaparte en su Técnica del golpe de Estado: «El problema de la conquista y de la defensa del Estado moderno no es un problema político, sino técnico». La tesis parecía ... aventurada en 1931, cuando la política lo invadía todo y la técnica se reducía a embrionarios virtuosismos en radio y cine, primeros grandes medios para moldear la conciencia de masa. Hoy, debiéramos verla como una evidencia. Pero sólo la oligarquía catalana ha sabido aplicarla hasta el fin.
En su libro, Malaparte se escenifica haciéndole de guía al british Israel Zangwill, en su visita a los círculos infernales del golpe mussoliniano. Al socialista inglés, todo aquello se le antojaba una farsa: «Zangwill no quería creer que se estuviese ya en plena revolución». Lo de Mussolini, repetía, «no es una revolución. ¡Es una comedia, no puede ser más que una comedia!». Y Malaparte sonríe compasivo. Y trata de mostrarle la novedad de «la máquina insurreccional fascista». La violencia callejera -que la hay- es sólo una distracción. ¿Lo esencial? La toma de los nudos del Estado. «Los camisas negras habían ocupado todos los puntos estratégicos de la ciudad y de la provincia, es decir, los órganos vitales de la organización técnica, las fábricas de gas, las centrales eléctricas, la dirección de Correos, las centrales telefónicas y telegráficas, los puentes, las estaciones del ferrocarril»: todo cuanto permite, en suma, funcionar a un país. ¿Una comedia? Sí. Si se quiere. Pero a esa comedia se llama Estado. En Roma hace casi un siglo. En Barcelona ahora.
Desde Pujol a Torra, todo el trayecto técnico -institucional como mediático- del golpe ha sido un plagio del mussoliniano. Con la pasividad de los gobiernos de Madrid. Hay dos Estados hoy en Cataluña. Y el único que ejerce un verdadero poder es el ilegal: la Generalidad. La marcha sobre Barcelona ha sido un déjà vu de la marcha sobre Roma. Con su doble rasero: de día, andarines burgueses con Torra al frente; guerrilla urbana de alta precisión técnica en las noches barcelonesas: prohombres más camisas negras. Un clásico.
Pero hay dos cosas que desconciertan:
a) La financiación del golpe fascista italiano viene, en 1922, de una burguesía lo bastante estúpida como para soñar que a los matones podría luego quitárselos de encima. Su error fue, desde luego, trágico. Ahora bien, ¿quién está financiando este golpe de Estado en Barcelona, cuya primera consecuencia será -todos lo saben- la ruina catalana? ¿Existe una burguesía lo bastante estúpida como para suicidarse?
b) En 1922, la violencia de calle la ejercían piquetes que se autoproclamaban fascistas. Hoy, los choques barceloneses son ejecutados bajo símbolos, lemas y retórica primariamente izquierdistas. ¿Existe una extrema izquierda lo bastante estúpida como para alzar al poder a la burguesía más rancia y reaccionaria de Europa, la del racista Torra?
Hay algo en esta historia que no se entiende.
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