Todo irá bien
Marcos
Marcos de Quinto dejó su cargo de poder, influencia y dinero para dedicarse a servir a los demás
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Yo soy uno que he tenido la suerte de conocer a Marcos de Quinto. Hay pocas mentes en el mundo tan lúcidas, tan brillantes. Y hay pocas personas tan generosas como él, que hayan invertido una parte tan significativa de su dinero en acciones solidarias, ... sobre todo en África. No tu dinero, no el dinero de su empresa, no el dinero de los demás recaudado con el señuelo de la solidaridad. Su propio dinero, el que ha ganado y por el que tantos impuestos ha pagado. Yo soy uno que ha tenido la fortuna de conocer a Marcos de Quinto y la honda implicación de su ternura. Ninguno de sus recientes odiadores, por un comentario que ha realizado en Twitter, ha ni siquiera imaginado una pequeña parte de lo que él ha hecho por ayudar a los necesitados, ni tampoco ninguno de ellos dispone -basta con ver lo que han escrito, y cómo- del nivel cultural, político e intelectual para llegar a entender la última profundidad de su reflexión sobre Open Arms. Creo que esto es importante dejarlo claro. Sería un buen primer paso en correcta dirección que el que quiera dar una lección se asegure de que puede responder de ella con sus actos.
Marcos de Quinto fue uno de los principales dirigentes mundiales de Coca-Cola y dejó su cargo de poder, influencia y dinero para dedicarse a servir a los demás: de un lado, ganando mucho menos dinero; del otro, directamente perdiéndolo, regalándolo. Atribuirle por lo tanto cualquier grado de insensibilidad con el sufrimiento ajeno no sólo es injusto: es absurdo.
Podría, seguramente, haber elegido mejor una o dos palabras de su criticado tweet, pero es evidente que Open Arms es el colaborador necesario de las mafias africanas que se dedican al tráfico de personas; que su intención no es humanitaria sino ideológica; y que los pasajeros del barco no son su finalidad sino sus rehenes. De modo que cualquier crítica semántica palidece ante la dura e irrefutable verdad de fondo.
He visto que una pobre directora de cine llamada Leticia Dolera, que se proclama feminista y despidió a una de sus actrices por quedarse embarazada, ha cuestionado la humanidad de Marcos. Es un ejemplo perfecto de la ligereza con que la primera chuti que pasa, sin haber acreditado ninguna generosidad, ninguna dadivosidad, ni por supuesto ninguna inteligencia ni capacidad de análisis, se atreve a aleccionar a alguien que ha hecho de su vida privada una demostración de amor y entrega a los demás. Si las ingentes subvenciones que le hemos dado a la tal Dolera para poner en ondulación sus panfletos inframentales y su cine mediocre, muy mediocre, las hubiéramos destinado a los que verdaderamente necesitan este dinero, habría en el mundo algunas docenas menos de náufragos. Eso por no hablar de que no nos consta que Dolera haya donado ningún millón de euros a nadie, de modo que sería interesante que la próxima vez que quisiera apelar a alguna humanidad, apelara a la suya propia, a ver si entre las toneladas de propaganda, indigencia intelectual y cinismo descarnado es capaz de encontrar algún resto de compasión, de ternura y de sinceridad.
En España tenemos que aprender a respetar a los genios, a los empresarios y a las personas que son realmente generosas. No podemos insultar a Plácido por lo que diga una revanchista sectaria con evidente afán recaudador. No podemos despreciar a Amancio Ortega cuando dona más de 300 millones para la lucha contra el cáncer y jalear en las redes sociales a cualquier anticapitalista indocumentado. No podemos dejar nuestro debate público en manos de mindundis y de frivolonas de supermercado, de resentidos que ni son nadie, ni hacen nada, y que el mucho dinero que suelen costarnos nos lo agradecen intentando convertir sus vidas de asco en nuestro asco para no sentirse tan solos en el charco.
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