El retranqueo
El momento güisqui
Llega un momento en la vida en el que hay que bajar la persiana y convivir, humilde, con la frustración
![Manuel Marín: El momento güisqui](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2022/02/23/marin-card-U308945292065u--1200x630@abc.png)
Cuando un periodista termina llamando a un político Pablo, Pedro, Soraya o Paco, no digamos ya Teo, Chus, Santi, Rafa o Cuca, malo. Son tuteos que lo desvirtúan todo y crean falsas complicidades con las que uno ya no diferencia entre la fuente y el ... amigo. Ahí muere una parte del periodismo. Revela que la distancia se acorta, las simpatías se alargan y la autonomía se resiente.
Siempre he considerado a Pablo Casado una buena persona. Un tipo entrañable, cercano, de los que te llaman por tu nombre de pila y te dan su número de móvil por confianza, por aquello de que de vez en cuando crees que te hace una confidencia y te hace sentir exclusivo. ¡Bah! Casado es un parlamentario brillante. Tiene discursos memorables por más que sus odiadores le discutan hasta la existencia. Supo imponerse desde la ilusión y la valentía a todo un sistema viciado para ganarse a pulso unas primarias. Sé lo que es la decepción y la frustración profesional, como todos alguna vez, supongo. Las ganas de abandonar, sentirte maltratado y utilizado. Sé lo que es que te digan que no cuentan contigo, que te marches y pase el siguiente. Sé de la soledad del ‘loser’, y sé lo que es tratar de rebelarte contra la realidad, contra lo imposible e inevitable. Te acostumbras a vivir al margen, a la anulación, a ser un árbitro amargado en la nevera. Pero te abrigas como puedes y te haces a ello.
A Casado y a parte de su equipo, y bien lo lamento en lo personal, les ha tocado bailar siempre con la más fea. Perdón por el exceso de heteropatriarcado, pero la corrección política no va a ocultar una verdad. Llega un momento en la vida en el que hay que bajar la persiana. Milagros como el de Pedro Sánchez renacido se producen cada millón de años. Y resulta que Rajoy, tan denostado, tan acusado de cobardón, tan gallego indeciso para dejar pudrir los problemas y fumarse puros cuando España ardía, no era tan malo. El tiempo pone a cada uno en su sitio, y el sitio sitúa a cada uno en su tiempo, porque los fracasos, las decepciones, las frustraciones y las traiciones forjan el carácter. Te regalan una humildad reaprendida frente a la soberbia del mando en plaza, la gorra de plato, las condecoraciones o la altura en la mancheta. Y si no lo ves, es que no ves nada. En esta derecha, solo queda que Abascal se dé de baja de Vox, regrese al PP y presente su candidatura a presidirlo. Con un güisqui en el Arahy. O tres. ¿Por qué no? Ya nada me va a sorprender.
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