Enfoque
La zona cero de la conquista
El revisionismo llega a Badajoz

No es posible desconectar hechos cuya naturaleza es simultánea, pues obedecen a la misma lógica y se manufacturan en el mismo lugar. La guerra cultural promovida desde la ultraizquierda contra la mayoría de la sociedad española ha ganado otra batalla más. Si el lunes los ... inquisidores etarras y sus sicarios «indigenistas» subvencionados ahorcaban en Pamplona en efigie al Rey Felipe VI y a Cristóbal Colón, horas después sus corresponsales en Badajoz destruían las estatuas de Francisco Pizarro, Pedro de Alvarado y Hernando de Soto. Las autoridades municipales han condenado lo ocurrido. Podían haber impedido que el patrimonio público fuera vandalizado. Al menos allí no ocurre lo que en Barcelona, cuyos líderes dirigen la destrucción.
La ofensiva contra los símbolos de la conquista europea, contra el impulso colonizador occidental, no resuelve nada en el pasado. Lo que hace, eso es lo que buscan, es envenenar el presente, reducir el margen de maniobra, legal, político, simbólico, de los que no pensamos como ellos. En su ignorancia oceánica, desconocen que ya en el transcurso de sus vidas azarosas y humildes aquellos hombres y mujeres extremeños y españoles que cruzaron el océano Atlántico en el siglo XVI para «hacer las Américas», lo que hicieron fue fundar ciudades y familias, establecer hospitales y universidades, o difundir aquí y allá cultivos, técnicas y ciencias. ¿La conquista? Si quieren entenderla, pregúntenles a los indígenas. Sus antepasados fueron quienes la llevaron adelante. En noviembre de 1519, cuando Hernán Cortés se presentó en Tenochtitlan, capital de los aztecas, lo acompañaba un ejército de 60.000 soldados. Menos de mil eran españoles. El resto, los 59.000 restantes, eran tlaxcaltecas y miembros de otras muchas naciones indígenas mexicanas, decididas a terminar con el brutal despotismo que los oprimía.
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