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El día más triste

Meritxell Batet, sin reunir a la Mesa, tomó la decisión que dinamita la regla básica de la democracia: el imperio de la mayoría

Luis Herrero

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Empezaré por decir, aunque sea una observación insignificante, que yo era partidario de la reforma laboral que pactaron empresarios y sindicatos. En otras circunstancias me hubiera alegrado de que saliera adelante. Y, sin embargo, recordaré el día que se aprobó como uno de los más ... tristes de la vida democrática de los últimos cuarenta años. No voy a chapotear en interpretaciones reglamentarias. Las hay para todos los gustos. Si sirve de algo diré que he hablado con varios letrados de las Cortes y que he escuchado dictámenes contrapuestos. Hay quien dice que el disputado voto de la torpe señoría del PP era inamovible y hay quien dice que no. En la duda, Meritxell Batet, sin reunir a la Mesa, tomó la decisión que dinamita la regla básica de la democracia: el imperio de la mayoría. Antepuso los intereses de su partido y precipitó la aprobación de un decreto que tenía más detractores que defensores en la sede de la soberanía nacional. Manda huevos.

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