Todo irá bien
Leonor
En la belleza de nuestra princesa de Asturias se mece el futuro de España

Nuestra princesa Leonor es la belleza clásica contra la barbarie, contra Twitter, contra la pulsión selvática de hechiceros en taparrabos. Nuestra princesa Leonor es la delicadeza, la clase, la feminidad sin querer parecer lo contrario, la niña segura de sí misma sin el complejo del ... igualitarismo atroz, la fina piel de La Civilización contra el horror del piercing y el tatuaje.
La princesa Leonor es élite contra el menú de mediodía; pero no como una ofensa sino como un estímulo para que la gente de menú sienta el deseo de un mundo mejor que accelera el progreso de la Humanidad. En la belleza y en la compostura de nuestra princesa de Asturias se mece el futuro de España, seguro, tranquilo, hermosísimo, en la más dulce caricia.
Belleza reposada, belleza renacentista contra el caos. La tan joven y tan vieja ordenación del mundo. La grandeza de la Eneida contra el manifiesto comunista. Tú serás nuestra reina y el esplendor de un país se refleja en tu categoría, en tu gestualidad, en tu modo de decirnos que hay alguien que vela por nosotros cuando todo el mundo duerme.
Eres la superioridad de la genética contra la el asalto de la turba, la verdad divina sobre el ritual pagano, la continuidad histórica frente a la ruptura abrupta, el altísimo deber de servir ante la desoladora vulgaridad de la turba desaforada que cree el mundo le debe algo. Tú eres la monarquía y la monarquía es, en esencia, la virtud de un país que quiere excitar las aspiraciones de los demás mucho más que su resentimiento, sus ganas de mejorar y no la rabia de querer que todo se parezca a su asco.
Eres aún una niña y puede que no comprendas lo que te digo. Estás aún inmersa, como así ha de ser, en tus sueños infantiles. Pero créeme lo que te digo: en tu virtud, en tu deber, en un exigencia, en tu excelencia está el ritmo de nuestro país, que como cualquier otro necesita referentes para creer, y para crecer, y tú se lo proporcionas con la educación que has recibido de tus padres y con tu modo de lucirla. Puede que algunos me reprochen que te tutee, pero el súbdito es también padre, y aún sé cómo hablarle a una niña. Lo que esperamos de ti no depende de ningún artificio, de ninguna impostura, de ningún desdén, y ni por un segundo creas que no apreciamos el inmenso esfuerzo que estás haciendo por empezarnos a servir, desde tan pequeñina.
Eres la luz de la tradición contra la brutalidad revolucionaria, la paz de las formas perfectas contra el inquietante sobresalto de la fealdad, un escudo contra lo que nos desasosiega y nos empeora. Entre tanta incertidumbre, tu presencia catedralicia nos recuerda que aún la vida tiene algún sentido.
Príncipes y princesas, reyes y reinas han hecho del mundo un espacio aún vivible. Tu tía Lilibeth es la monarca más longeva de todos los tiempos, y en la altura indiscutible de su presencia está la supervivencia de La Civilización, de la Humanidad luchando en su noche más oscura por ser libre.
Si algún día te sientes abrumada, incomprendida o triste, recuerda siempre que un pueblo entero te respeta, te admira y te necesita.
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