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De Guinness

Sánchez merece entrar en el Libro de los Récords, con un speech donde retorció la realidad de punta a punta

José María Carrascal

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Pedro Sánchez batió anoche no ya su récord de artimañas, sino el mundial al explicar a los españoles la situación del país ante la pandemia del Covid-19. En mi medio siglo de periodismo he escuchado a políticos alemanes, norteamericanos, franceses, rusos y algún otro ( ... en la ONU) discursos infumables, como los de Nixon durante el Watergate. Pero siempre había algo de verdad en ellos, aunque fuese sólo para ocultar tanta falacia. Pero esta vez, ni eso. O sea que el Dr. Sánchez merece entrar en el Guinness Book of Records, con media hora de speech donde se retorcía la realidad de punta a punta. Se le anunció como una exposición de cómo íbamos a ser vacunados, pero lo único que dijo al respecto fue que comenzaría en enero y que habría 13.000 puntos de vacunación; los de la gripe, dejando los detalles a decidir por un «comité de expertos», que si resulta como el anunciado en verano se reduce a sus asesores de todo tipo y sin citar nombres, que era lo menos que podía hacer. Lo gordo llegó cuando se puso a hacer historia de la pandemia en nuestro país, y con toda la cara, el talante y la voz, nos dijo que se consiguió parar no sólo la primera oleada del virus, sino también la segunda. Lo que encierra una contradicción manifiesta: si se la detuvo en la primera embestida, ¿por qué hubo segunda? Y si se ha doblado la curva de ésta, ¿por qué está habiendo cientos de contagios diarios y confinamientos más o menos severos en prácticamente todas las comunidades autónomas? Casi más grave es que atribuyera ambos éxitos a las previsiones de su Gobierno, cuanto todos sabemos lo que realmente ocurrió: que no supo ver la gravedad de la pandemia, que permitió manifestaciones multitudinarias donde seguro el Covid-19 se puso las botas y que, al darse cuenta, frenó en seco, casi paralizando el país y a punto estuvo de estrangular su economía. Para desescalar luego demasiado deprisa los confinamientos, con lo que produjo un empalme con el rebrote, que aún padecemos, en bastantes comunidades. Y si no son todas es porque se las permitió regular las medidas defensivas, más eficaces en unas partes que en otras. Para resumir: que la lucha contra la pandemia desde que empezó a mitad del otoño hasta hoy ha sido un total fracaso del Gobierno, como demuestra que estamos entre los países con más contagiados y muertos, aunque estos ni siquiera han sabido contarlos. El resto del sermón fue más de lo mismo; una descarada, aburrida, cantinflesca prédica para que todos los españoles nos sintamos tranquilos, satisfechos y demos las gracias por tener un Gobierno tan previsor y tan listo. Al llegar el turno de preguntas, insistió en lo mismo, eludiendo los temas conflictivos, como las zancadillas que le está poniendo Iglesias, que debió reírse un montón viéndole y, sobre todo, escuchándole. La unidad de la izquierda está asegurada. Lo que empieza a estar en duda es cuál de ellas manda en España y qué será de ella.

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