Enfoque
Hate Parade
Manifestación en Berlín

De lejos parece una postal de aquella Love Parade que a mediados de los años noventa sustituyó a la Ruta del Bakalao como destino del peregrinaje electrónico y toxicológico de la juventud española, venida a más y también adicta al volante. Venían curvas. De cerca ... es la fiesta organizada por unos colectivos, cada uno de su padre y de su madre, que se han articulado a través de las redes sociales y a partir de su desconfianza -retroalimentada, sin otra base que la del intercambio de sospechas- en las instituciones que diagnostican el Covid-19, alertan contra el contagio y decretan medidas de contención para frenar su avance. Todo es mentira, dicen. Celebran su particular Hate Parade, en el que se mezclan teorías conspirativas, antiglobalismo, Bill Gates, las vacunas, Angela Merkel, manías persecutorias de toda especie, microchips de rastreo individual, la industria farmacéutica, Kanye West y el sursuncorda. No salieron, como sucedía hace un cuarto de siglo en el mismo escenario, a bailar alrededor de unas carrozas saturadas de watios, techno y electro, sino a hacer bulto y mostrar con orgullo al mundo estandarizado y obediente que el consumo de lo que conocemos como fake news representa una buena oportunidad de negocio para inversores sin escrúpulos. Hay mercado.
Como los trastornos sexuales, los mentales han dejado de formar parte de la intimidad, del tabú y del secreto hasta socializarse en unas redes por las que lo mismo circulan imágenes explícitas que pensamientos aberrantes. No hay ya vergüenza para casi nada, ni siquiera para dar un paso adelante, salir del armario y montar una marcha de carácter exhibicionista y -como cualquier manifestación al uso- intención intimidatorio. «Luego diréis que somos cinco o seis» lo mismo sirve para un roto obrero que para un descosido conspirativo. La sistematización de los movimientos antisistema, metidos ya en vereda y en chalés con piscina, deja margen y espacio para el surgimiento de una nueva regeneración democrática, basada en otra mentira, más evolucionada y puesta al día. Por hache o por be, los desencantados del extremismo de izquierda y derecha tienen ante así una oportunidad para renovar su rebeldía y salirse de madre. Todo es bueno para el convento de la moderación. Que salgan a la calle, que monten un partido y que extiendan el virus de su paranoia. Cualquier disparate es bueno para fragmentar y debilitar a los movimientos y partidos, ninguno constructivo, aquí o en Alemania, que salieron de la crisis de hace ya más de diez años.
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