Suscríbete a
ABC Premium

Lluvia ácida

Imprescindible

Contagiaba hombría de bien, lealtad, nobleza y coraje para alistarse en cualquier causa de justicia o de decencia

Ignacio Camacho

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No es sólo que fuera uno de los mejores de este oficio, si no el mejor: es que era un imprescindible. Uno de esos tipos con los que te alistarías en cualquier causa que tuviera que ver con la justicia, con el honor, con la ... dignidad, con la decencia. Con David Gistau podías apuntarte a cualquier cosa y a cualquier sitio: a una velada de boxeo, a una tertulia cultural, a narrar una revolución, a ver un partido del Madrid, a tomar un café, una copa o una colina fortificada por un nido de ametralladoras. Porque contagiaba nobleza, hombría de bien, generosidad y coraje. Porque bajo su aspecto montaraz de vikingo o de motero, bajo ese corpachón a lo Rusell Crowe, su mirada transparente escondía el idealismo de un niño que se resistía a conformarse con la tristeza contempo- rizadora de un hombre. Vivía bajo el código sagrado de la lealtad. Lealtad a su familia, a sus amigos, a su periódico, a su profesión, y sobre todo a su conciencia. La que le permitió ser siempre insobornablemente libre, indómito, independiente por convicción y por naturaleza, refractario a todo lo que supusiera claudicar en su autonomía de pensamiento o aflojar su musculatura ética.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación