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Una raya en el agua

Fenomenología del ridículo

La izquierda identitaria necesita inventarse enemigos, crear una narrativa hiperbólica de peligros ficticios

Ignacio Camacho

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Todo el enorme aparato mediático que el Gobierno tiene a su servicio puede ayudar a hundirlo tanto como el desempeño incompetente y sectario de algunos (la mayoría) de los ministros. Ése es el efecto que consigue el torpe seguidismo comunicativo en casos como el del ... recibo de la luz, las balas de la campaña madrileña o el reciente bulo del homosexual agredido: envolver en un desairado esperpento al presidente y a su equipo. La derecha suele quejarse con razón de la hostilidad casi unánime que destila contra ella el discurso dominante en el panorama televisivo, pero la sobredosis de oficialismo está empezando a amplificar los estragos que el Gabinete se autoinflige con sus fracasos continuos. El caso de Malasaña constituye al respecto un ejemplo palmario de las consecuencias que el abuso de la propaganda provoca a menudo en la opinión ciudadana, perpleja ante la contraproducente reacción gubernamental de ‘sostenella y no enmendalla’. Cada intento de justificación, directa o elíptica, inducida o espontánea, sólo sirve ya para aumentar el impacto de la fenomenal metedura de pata.

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