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Una raya en el agua

Un fatalista en el Titanic

En la vieja España del cainismo y el resentimiento, Pérez Reverte renunció hace tiempo a hacerse perdonar el éxito

Ignacio Camacho

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Bizarro como es de carácter, Arturo Pérez Reverte renunció hace bastante tiempo a hacerse perdonar el éxito. Ésa es una decisión que cabrea a mucha gente en la España de la envidia y el despecho, último depósito moral del viejo cainismo celtibérico; esa España que ... se hurga la boca con un mondadientes mientras musita su desazón por el bien ajeno y donde hasta se puede llegar al Gobierno con proyecto basado en la inflamación del resentimiento. A Arturo todo ese resquemor aldeano, reencarnado en el posmoderno arbitrismo de Twitter y sus brigadas de linchamiento, no sólo lo trae al pairo como buen marinero sino que se diría que estimula su instinto provocador y lo pone flamenco; de vez en cuando incluso desliza algún cebo para que sus enemigos desahoguen su rencor y él pueda darse el gustazo de llamarles analfabetos, o busca un pretexto para retar a duelo, como sus héroes novelescos, a cualquier colega escritor o académico. A estos efectos, nada mejor que un buen premio.

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