Columnas sin fuste
Qué cuadro
El Rey parece un señor haciendo un webinar desde algo parecido a la sala de espera de un dentista
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Alguien dijo con gracia que Felipe VI dio el mensaje de Nochebuena en la habitación de un NH. Podría decirse más: parecía la comunicación con el exterior de alguien secuestrado en una habitación. Esa impresión la refuerza el discurso, que fue de partido o partidos, ... y la reciente sospecha de estrechamiento y cerco a la Monarquía. Si el régimen actual subraya su antifranquismo y la Corona fue restaurada, guste o no, por Franco, ¿en qué lugar queda su legitimidad? Colgando de un hilillo instrumental.
A esto hay que sumarle la tácita ruptura genealógica (el hiato borbónico) con el padre que se traduce en la exigencia constante de ‘transparencia’ que es también ‘normalización’. El Rey parece un señor haciendo un webinar desde algo parecido a la sala de espera de un dentista. ¿Qué será lo próximo? Quizás lo veamos en un cuarto aún más pequeño, reducido al encuadre del youtuber, ‘Un Rey Blanco Hetero’. Tampoco se entiende bien por qué, si tiene tan poca voz y puede decir tan poco, nos suelta semejante chapa cada Navidad. Quizás sería mejor algo más corto, directo y emotivo.
El Rey va siendo desplazado hasta de la preeminencia simbólica, que en su comunicación del 24 la tuvo el cuadro. La obra de Ràfols-Casamada es el gran elemento visual, el gran volumen (hubo dos, pero sospechamos que uno era paritario). No puede haber algo institucional que no esté decorado con un cuadro catalán. La abstracción liricoide catalana, con sus espacios etéreos y sus lindezas cromáticas, es el gran símbolo, el protagonista. Es como una plasticidad estilo PSC, algo incomprensible cuya función ahí precisamente es decir «esto no lo comprendéis, esto es sublime» y que lleva aparejado la necesidad de alguien que nos lo aclare (el experto de las gafas). Es curioso que quienes son incapaces de entender la milenaria institución entiendan estas pinturas cuya ininteligibilidad le vendría muy bien a la monarquía, aunque sucede lo contrario: el Rey es de su tiempo (del 2030) y dice cosas inclusivas, y los cuadros nos llenan de sugestiones, distancias e interrogación, subyugando nuestra plebeyez.
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