Hijos de la Logse
El primer presidente logsiano de nuestra historia hace honor a su origen

Para entender qué está pasando en esta España del bloqueo político e institucional hay que remitirse a la Logse, aquella ley educativa que supuso una revolución silenciosa en nuestra sociedad hasta el punto de cambiarla de un plumazo sin que casi nadie se diera cuenta. ... Al principio, los más avisados creyeron que todo se reduciría al buenismo en las aulas de Primaria y de la ESO, y que después llegarían el esfuerzo y esas cosas en cuanto el alumno llegara al Bachillerato. Falso. Después, los profesores universitarios se agarraron a la selectividad como filtro: a sus dominios solo llegarían los más preparados y los más disciplinados. Mentira. La Logse se coló en la universidad porque no es una ley, sino una forma de entender la vida. La Logse es la cosmovisión que dirige el pensamiento débil de nuestra época. A la vista está.
En esa misma Universidad logsiana, cualquiera puede ser doctor: basta con copiar y pegar un texto, como le ha sucedido a nuestro presidente del Gobierno sin que haya dimitido o lo hayan desposeído del título. Todo vale para los logsianos. Si se deja el trabajo sin hacer, se empieza un nuevo curso -o se convocan unas elecciones- y asunto resuelto. O se adaptan los programas para que el mal estudiante pueda aprobar sin esfuerzo. Eso es lo que está sucediendo en el Congreso y en La Moncloa, donde la Logse ha llegado con todos sus atributos. Zapatero fue el primer presidente progre de España, y Sánchez es el primer logsiano que accede a la cúspide del poder ejecutivo.
El alumno logsiano se define por el capricho, esa antítesis de la voluntad. Lo quiere todo aquí, ahora y sin nada a cambio. Aprobar por la cara, que también se llama. Cree que tiene derecho al título sin necesidad de dejarse los codos hincados para ello. Como Sánchez. Exactamente igual que Sánchez. Exige el sobresaliente de la investidura sin dar nada a cambio, sin torcer el brazo del niño caprichoso que patalea si no le regalan la chuchería. Por su bello rostro, porque el tipo va de guapo por la vida con una arrogancia que supera a cualquier líder político mundial, desde Kennedy hasta Churchill.
Sin la Logse es imposible explicar qué sucede en esta España que asiste al bloqueo de sus instituciones sin que nadie alce la voz, como si esto fuera un aula donde cada uno hace lo que le da la real gana y luego exige el aprobado general por copiar un trabajito que se ha bajado del rincón del vago. Así se resuelven de un plumazo los traumas que provocaban los cates cuando se estudiaba de verdad, y el conocimiento era algo más que una forma de copiar y pegar.
El primer presidente logsiano de nuestra historia hace honor a su origen. Como buen alumno que no está dispuesto a obedecer las normas coercitivas que imponen los carcas, se rebela y dice lo mismo que el estudiante que no estudia: no hago los deberes porque no me da la gana. No pacto porque no quiero. Dicho en el dialecto sanchista: no es no. Y como buen progre, encima se cree que progresa adecuadamente cuando necesita mejorar en todo.
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