Un héroe del 78
La valentía de Ordóñez no se terminó con él. Su familia, los amigos y sus compañeros de partido no abandonaron, a pesar del terror esparcido en cada esquina

Ordóñez no se callaba. Se jugó la vida a la carta más difícil. La cacería etarra intentó el exterminio del PP, como antes lo consiguió con la UCD, para después extender su masacre llevando el reguero de sangre del tiro en la nuca hacia el ... PSOE. Por eso, la foto navideña de Otegui, brindando con la actual líder del socialismo vasco, hiela el corazón. La presidenta de la Fundación Gregorio Ordóñez, Ana Iríbar, nos ha recordado, en una entrevista tan firme como serena en ABC, que «Otegui seguirá siendo un terrorista». Que no se olvide ni cuando se aprueban los Presupuestos Generales del Estado.
La valentía de Ordóñez no se terminó con él. Su familia, los amigos y sus compañeros de partido no abandonaron, a pesar del terror esparcido en cada esquina. Ordóñez no era ni políticamente correcto, ni tampoco lo contrario. Se le entendía todo, sin Twitter, redes sociales ni demás ruidos orquestados por la cuota de pantalla. Sin duda, en su caso, no había necesidad de pasar la prueba de los principios o de los complejos. Eran otros tiempos, en los que habitaban algunos políticos como él, muy valientes, ejemplares por encima de la media y con una vocación por la política al alcance de muy pocos en la actualidad.
Basta con repasar sus palabras, verle en un pleno del Ayuntamiento de San Sebastián o escucharlo en una rueda de prensa. Se dejaba entrevistar con naturalidad y no eludía las respuestas porque tenía mucho que decir. Se atrevía a llamar a las cosas por su nombre en la cara de aquellos supremacistas alineados con la trama del plomo y la bomba lapa. Le preocupaban los problemas cotidianos, de las personas. Ordóñez estaba en política para servir a los demás. Se había convertido ya en un héroe, sin pretenderlo o quererlo. Se dejó la vida por la democracia del 78 y lo mataron por ello.
El relato de lo ocurrido entonces no puede ser equidistante, como no lo fue la lucha para derrotar a la banda terrorista ETA y sus pistoleros siniestros de boina negra y capucha blanca. El legado político de Ordóñez es la prueba de que no consiguieron el exterminio de aquellos a los que trataban como seres inferiores en su imaginaria raza superior. Al pie de esta imagen son ya demasiadas palabras porque solo una es imprescindible para recordar al héroe, uno del 78.
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