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Hable sin miedo

La brecha que hay entre lo que pensamos y lo que decimos es cada vez más grande

Alberto García Reyes

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El grito es un atavismo de sinceridad. No se puede chillar una impostura ni ser un hipócrita a voces porque la mentira siempre es taimada. Sin excepción. Por eso el clamor del futbolista del Betis Joaquín al entrar al vestuario cuando el Barcelona le metió ... el quinto gol al Sevilla en la Copa del Rey fue un arrebato de pureza a pesar incluso de su pátina soez. «¡A mamarla!». Este alarido, que en los últimos días ha tenido más trascendencia que el de Munch, simboliza el estado de coacción en el que vivimos. La tiranía de la corrección política ha obligado incluso a los futbolistas a ejercer de actores ante los micrófonos y mentir con profesionalidad. Joaquín acababa de decirle a los medios que su eterno rival es un gran equipo, que estaba haciendo un buen papel, que patatín y que patatán. Pero en cuanto se liberó del escenario público y pudo refugiarse en su guarida resumió su verdadero sentimiento en apenas dos palabras. Y resulta que ahora esto es un escándalo.

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