Cambio de guardia
Gulag en China
El asesinato en masa de esos millones de chinos sucede en lo invisible

Informe, anteayer, de Human Rights Watch sobre el gran campo de concentraciĂłn que es China: «El Gobierno chino conduce la ofensiva contra el sistema internacional de los derechos humanos más intensa que hemos visto desde la emergencia de ese sistema a mediados del siglo XX». ... Yo recupero sus cifras, a travĂ©s de un libro reciente, el de RaĂşl Fernández VĂtores acerca de ese infierno presidiario: Viaje a Tianjin. «90 campos laogai, verificados por la Laogai research foundation, que están en funcionamiento; el verdadero nĂşmero es seguramente mayor. Entre tres y cinco millones, nĂşmero estimativo de personas actualmente recluidas en estos campos. Entre 40 y 50 millones de personas han sido encarceladas en laogai desde 1949».
El laogai es la forma básica del campo de concentraciĂłn chino: el equivalente del Gulag, para entendernos. Aunque, analiza Fernández VĂtores, como sucedĂa ya en los campos nazis y luego en los soviĂ©ticos, la denominaciĂłn recubre variedades bien diferenciadas en los tratamientos. Si laogai, apocopa la fĂłrmula lao dong gai zo, esto es, la «reforma mediante el trabajo» que define a la forma básica del encarcelamiento masivo, un segundo nivel, el laojai (apĂłcope de lao dong jiao jang) fijará las condiciones de aquellos que necesitan algo más que trabajo forzado para redimirse en los campos: una «reeducaciĂłn mediante el trabajo», que trueque literalmente la estructura de sus cabezas. Sus inquilinos son aquellos «elementos antipartido, antisocialistas, que cometen delitos que no requieren una pena criminal», establece la normativa que legisla esos centros. «Delincuentes que no requieren una pena criminal»… O sea, indeterminadas gentes que deben ser castigadas no se sabe por quĂ©. Pero no acaban ahĂ las cosas. Con un poco de suerte y muchĂsimo correr del tiempo, algĂşn que otro tal vez pueda salir de esos campos de trabajo forzado, en donde son fabricadas las mercancĂas baratas que nosotros consumimos en nuestro simpático occidente. Saldrá del campo; no del sistema. Entrará en el jiuye (o sea, qiang zhi Jiu ye, esto es, «empleo forzoso»): una ingeniosa red de trabajo militarizado, que alargue y perfeccione las mejoras personales obtenidas por los campos en el correcto funcionamiento de los cerebros tratados.
En paralelo con el Ăşltimo informe sobre China de Human Rights Watch, releo este desolador Viaje a Tianjin, en el cual Fernández VĂtores narra lo que Ă©l llamĂł una tanatopolĂtica, una metĂłdica «polĂtica de la muerte», como eje distribuidor de las polĂticas mundiales. Matar -y, sobre todo, hacerlo en el modo y cifra adecuado- es la condiciĂłn actual de lo rentable. China ha dado a eso su forma casi perfecta.
Los laogai, los laojai, los jiuye producen mercancĂas masivas con coste salarial cero: el ideal de un modelo de producciĂłn cuyo objetivo sea invadir todos los mercados. ÂżImplica ello una alta cifra de muertos entre esos agentes productivos encerrados y famĂ©licos? Por supuesto. Pero nadie va a ver a esos espectros ni a esos cadáveres. La muerte de los esclavos de los campos de concentraciĂłn chinos está planificada para que no moleste a sensibilidad Ă©tica ni estĂ©tica alguna.
Bastante tiene occidente con conmoverse ante el sufrimiento de los glaciares o el berrinche de las niñas que andan por aquĂ salvando planetas y abominando aviones. El asesinato en masa de esos millones de chinos sucede en lo invisible. El laogai no utiliza más energĂa que la naturalĂsima musculatura humana. Y es, por tanto, maravillosamente ecolĂłgico.
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