David Gistau
La gran esperanza
La izquierda es incapaz en la actualidad de proporcionar un candidato que permita anunciar con neones la Gran Velada
Demos un repaso a los antagonistas que le quedan a Rajoy . El panorama en el parlamento es deprimente . La cámara que iba a ser apasionada y convulsa es ya un cacharro inoperante, esterilizado para la circulación de ideas como todo lo que toca Rajoy , incluyendo su propio partido, en cuya puerta de entrada hay un detector, como el de metales, que suena para impedir la entrada de una sola reflexión que trascienda la mera gestión tecnocrática de las cosas.
El PSOE está cautivo , desmochado de liderazgos despuĂ©s de una mutilaciĂłn infligida a sĂ mismo que lo dejĂł sin voluntad ni recursos. Pablo Iglesias se dispersĂł en un viaje a la radicalidad y en un meticuloso proyecto de autodestrucciĂłn podemita. Desde entonces, ha alcanzado tal grado de extravagancia ajena al sentido del ridĂculo que ya aparece hablando con leños y acariciándolos como si fueran gatitos: esa locura caracterĂstica de cuando tu entorno es demasiado adulador como para ayudarte a ejercer la contenciĂłn de tu propio histrionismo. Hasta en eso parece Iglesias un Ădolo del rock en la fase terminal del equilibrio mental, pero aĂşn rodeado de «gruppies». En cuanto a Rivera, se hace invitar a cenar en Moncloa para que no parezca que, aspirando a ser Suárez, terminĂł como el que ponĂa la mĂşsica en los guateques mientras otros tocaban teta. Vive sus Ăşltimos intentos de proyectar la imagen de « actor imprescindible » de la TransiciĂłn fetĂ©n, aunque cualquier dĂa de Ă©stos no lo invitarán ya ni a cenar.
Con este paisaje lamentable, donde queda constatado que no nos queda nada que echarle a Rajoy, ni siquiera el duendecito camorrista con bombĂn que se tatĂşan los irlandeses tabernarios, los periodistas estamos desolados. Más todavĂa aquellos que convirtieron la destrucciĂłn de Rajoy en un propĂłsito profesional. O vital. Estamos como los promotores de boxeo que ven cĂłmo se les muere el espectáculo y se les vacĂa el «pay-per-view» porque no hay modo de fabricar tensiĂłn amenazando al dueño del tĂtulo con un aspirante temible. AsĂ las cosas, y como la izquierda es incapaz en la actualidad de proporcionar un candidato que permita anunciar con neones la Gran Velada, hay que buscarlo en el propio ecosistema de Rajoy. Aznar. Hay que convencer a Aznar . SĂłlo Ă©l puede devolver el sentido al Madison Square Garden. SĂłlo Ă©l, por añadidura, puede partir en dos la derecha como Podemos rompiĂł la izquierda . A Aznar no se le permite siquiera que desmienta de forma explĂcita su intenciĂłn de fundar otro partido. Si lo hace, se le adjudican otras intenciones, todavĂa inconfesables. Mientras, es tentado con encuestas y con advertencias acerca de la profanaciĂłn de su legado, como azuzándolo. Me recuerda, y esto lo cuenta Jack London, a cuando un grupo de notables se desplazĂł a la granja donde James Jeffries vivĂa su retiro porque sĂłlo Ă©l podĂa parar a Jack Johnson, fuerte candidato a profanar el tĂtulo mundial siendo el primer negro en ganarlo. De esa angustia de los supremacistas naciĂł el tĂ©rmino «Gran Esperanza Blanca».
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