cambio de guardia
Un dorado impostor
¿Tiene España servicios de inteligencia? ¿Actuaron frente a un golpe de Estado promovido? ¿Lo hicieron o no bajo control judicial?
![Gabriel Albiac: Un dorado impostor](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2022/04/28/albiac-U30894529206UZF--1200x630@abc.png)
Desde las páginas del exquisito ‘New Yorker’, Ronan Farrow ha abierto la última plataforma de combate para el golpe de Estado en Cataluña. Con sus reos indultados, con el jefe de la banda prófugo y la maquina independentista a toda marcha, el neoyorquino se erige ... en liberador de un pueblo oprimido: «el Gobierno español declaró ilegal la independencia apoyada por la mayoría de los parlamentarios», se lamenta. Como si existiera un solo país sobre el planeta en el cual escindir una región sin pasar por los trámites constitucionales no fuera un delito.
¿Y qué pinta Farrow en esta historia, de la cual lo ignora todo? Juega a ejercer de estrella. En eso, parece infalible. Es el juicio que sobre él dejaba caer ‘The New York Times’, a propósito de su celebrado Pulitzer feminista: el brillante joven «escribe narrativas irresistiblemente cinematográficas, con inconfundibles héroes y villanos, y a menudo omite los complicados hechos y detalles inconvenientes que pueden hacerlas menos dramáticas». Hechos y detalles. Como que una declaración unilateral de independencia es un golpe de Estado. Que, o bien triunfa, o bien es derrotado. Sin cursilerías.
Fascinante sujeto. Erigido en paladín de su madre, su primera hazaña se cifró en decapitar a su padre. Y ofrendar a Mia Farrow la cabeza de Woody Allen envuelta en papel de periódico. De lo más clásico. Al Doctor Freud le hubiera encantado. No tanto, a los amantes del cine, a quienes el triunfo edípico de Ronan nos amputó una parte no menor de nuestra educación sentimental: la censura (los analfabetos lo llaman «cancelación») del autor de ‘Annie Hall’ y de ‘Manhattan’. Que tal sujeto fuera el primer promotor del ‘metoo’ y de todos los ‘wokismos’ que lo siguieron, confirma cómo un frívolo bien situado puede imponer la norma más ridícula. Los deseos de la grey derivan muy fácilmente hacia el linchamiento. Basta con saber detectar lo más sórdido para triunfar, halagando a los linchadores. Demonizando también a la víctima más propicia. Da lo mismo si el nombre del sacrificado es papá Allen o la perfecta desconocida España. Con trocarlos en nombres odiosos basta. De «mamá Mia» a «espiada Cataluña», de la obscenidad privada a la pública. Complaciendo siempre a la clientela: el cieno vende. Y nada emociona más a las almas delicadas que el espectáculo de un monstruo perverso, ajeno, demoníaco. Tal es la clave del éxito para una pornografía respetable.
¿Lo esencial? Lo esencial no concierne a Farrow. Y cabe en tres preguntas. ¿Tiene España servicios de inteligencia? ¿Actuaron frente a un golpe de Estado promovido, entre otros, por Putin? ¿Lo hicieron o no bajo control y garantía judiciales? Las dos primeras preguntas son retóricas. En la respuesta a la tercera se juega todo. Pero eso son matices que no afectan al impostor dorado del ‘New Yorker’.
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