Vivimos como suizos
Fantasmas a gogó
La Universidad de Cambridge ha descolgado un bodegón de caza con animales muertos porque molestaba a los vegetarianos

Tenía TVE un Festival de la Canción Infantil hace muchos años. En 1970 ganó Isabel (una niña previa a la María Isabel de «antes muerta que sencilla»). Con «Fantasmas a gogó», compuesta por Alberto Martínez Peyrou y Carmen de Silva Velasco. Tres años después ganó ... Mary Merche y su panda. Juro que eso existía. La canción del 70 empezaba «Soy un niño siglo XX, tengo ganas de jugar...». Luego la historia se centraba en que había encontrado un ratón en su casa («lo metí en la cama, le di el biberón y al llegar mis padres ay la que se armó»). El otro día hablaba con Álvaro Martínez de lo poco que nos está gustando el siglo XXI. Que nos gustaba más el XX, vaya. Somos (hemos sido) niños siglo XX. De cuando ya no había cosas horribles. Salvo «La casa del reloj» o «La juventud baila». Incluso partiendo de que nunca hemos vivido mejor (no hacía falta que lo dijera Pinker) y de que el siglo XX tiene sus dos guerras mundiales, su Holocausto y nuestra guerra civil (y mejor no me meto en líos), hay que ver el coñazo que nos están dando en esta época tan blandengue. Qué gente. Cuánto plasta por doquier. Sólo hay que ver que en el siglo XX estaba Greta Garbo y ahora Greta Fernández (en mi plastómetro ha sustituido a Greta Thunberg).
Y más cosas. La penúltima de un surtidor inagotable. La Universidad de Cambridge ha descolgado de uno de sus comedores un bodegón de caza por quejas de los vegetarianos. Debo reconocer que cada vez que leo una cosa así creo que es mentira, que dos días después nos van a explicar con recochineo que es una información falsa. Que hemos caído en una trampa por malos periodistas. Es verdad que desde la relación de Isabel Preysler y Boyer me creo cualquier cosa y su contraria. Y que lo de Cambridge y los vegetarianos suena verosímil. Porque estamos acostumbrados, no porque sea razonable.
Y voy a lo de Cambridge, cuna del saber y cama de las neotontunas de Occidente (como cualquier universidad prestigiosa en EE.UU. o en Gran Bretaña). En el cuadro de Frans Snyders «El mercado de las aves», cedido por el Museo Fitzwilliams, también en Cambridge, se ven varios animales muertos, entre ellos un jabalí, venados, un cisne, aves... Todo un poco desordenado. Amontonado. También hay un perro vivo. Es una copia del siglo XVII porque el original, también del siglo XVII, de Snyders está en el Hermitage de San Petersburgo. Mi curiosidad favorita de Snyders es que es el pintor más copiado por Franco, nuestro pintor aficionado. Hizo tres reproducciones de sus cuadros. Menos mal que eso no lo saben los vegetarianos ofendidos. Fuentes de la universidad dicen que la gente que no come carne encontraba la pintura repulsiva y algunos estudiantes se veían incapaces de comer. Así que pidieron que se descolgara. Y les hicieron caso. Seguramente si hubiera una reproducción de Carpanta, con un pollo asado en sus pensamientos, también molestaría. Estos no pueden ir al Museo del Prado.
Hoy «Fantasmas a gogó» tampoco pasaría el control de ceporros. Además de que lo que tenemos alrededor sean eso, fantasmas a gogó. A la niña del ratón su madre le dice que lo mismo es una bruja disfrazada con muchísimo poder. Y en la letra original la niña dice que no tiene miedo, que tiene a su ratón (esto parece un poco contradictorio si el ratón fuera una bruja disfrazada). Y la cosa mejora: «Tengo mi escopeta, alegría y buen humor. Sé rezar y tengo amigos y un ratón muy juguetón». Con todo esto se puede afrontar el siglo XXI. Un ratón muy juguetón, amigos, alegría, rezar. Pero sobre todo la escopeta. O un rifle.
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