El batallón de los perplejos
La enciclopedia del ridículo
Cervantes, Calderón de la Barca, Leonardo da Vinci, Bartolomé de las Casas, Hernán Cortés, Santa Teresa, Elcano, San Ignacio de Loyola, Copérnico y quien haga falta... ¡todos catalanes! Los «historiadores» del «procés» han llegado a emparentar al «barcelonés» Colón con Artur Mas

El viernes ABC recogía en desternillante y ejemplar crónica que según los «historiadores del procés» -convertidos desde hace tiempo y sin ellos sospecharlo en un formidable grupo de humoristas- Pedro Calderón de la Barca era catalán de pura cepa, que ni por asomo nació en ... Madrid y que una posterior conjura de las fuerzas del mal españolazas castellanizó su monumental obra. Calderón, que según estas antorchas del pensamiento se llamaba «Felip Ramon Calders», es el último «fichaje» que el autodenominado Institut Nova Història añade al elenco de grandes hombres y mujeres que han convertido a Cataluña en «la nación más importante que jamás haya existido en el planeta», y que sin usted saberlo «se remonta al siglo VII antes de Cristo», un paraíso del saber, la cultura, la economía, los derechos y el emprendimiento que en «el siglo XI ya montó una especie de ONU». Porque «Cataluña fue la nación más importante del mundo desde el último tercio del siglo XV hasta la mitad del siglo XVI». Entre el estremecimiento y la carcajada hemos escuchado a un tal Cucurull, que en su día estuvo en la dirección de la separatista ANC, decir que «Roma no era nada, Roma no empezó a ser la capital que es hasta que en ella entraron los catalanes» o que «el imperio catalán abarcaba el mismo espacio que ocupó la expansión de la Grecia clásica».
Seis millones de euros. Han hecho documentales, editado libros y dado «conferencias» con todas estas patrañas en su función de palanqueta del separatismo, regada naturalmente con millones de dinero público (hasta seis, se ha publicado) por parte de la Generalitat y órganos dependientes de la banda del lazo. Así, con el bolsillo cubierto, no les debe importar hacer un ridículo mundial por convertir también en catalanes de pura cepa, por ejemplo, al sevillano Bartolomé de las Casas, que según estas lumbreras era «Bartomeu Casaus»; a Juan Sebastián Elcano, que para ellos no es otro que «Joan Caçinera del Canós»; a Hernán Cortés, que lejos de nacer en Medellín (Badajoz) lo hizo junto al Mediterráneo porque «era un príncipe de la Casa Real Catalana» cuyo nombre auténtico fue «Alfons d’Aragó i Guerrea»; o hasta al Gran Capitán, que no se llamaba Gonzalo Fernández de Córdoba porque para esos tunantes era el almirante catalanísimo «Joan Ramon Folc de Cardona». Con lo de Cardona, patria chica de Wifredo el Velloso, les ha dado fuerte a los del Institut porque resulta que Santa Teresa de Jesús «se llamaba Teresa Enríquez de Cardona y era catalana de arriba abajo, abadesa del monasterio de Piedras Albas, que dicen ellos, es decir, de Pedralbes, durante 41 años».
Ni Rotterdam ni gaitas. Y sanseacabó, todo lo convierten en catalán. Paradigmático es el caso de Cristóbal Colón, que en realidad se llamaba «Joan Colom i Bertran», un «banquero barcelonés» (no sabemos por qué demonios andaba entonces pidiendo dinero a los Reyes) creador de la primera «entidad financiera pública del planeta» (no, si originalidad no les falta) y que tirando del hilo los del Institut llegaron a emparentar con Erasmo de Rotterdam, que al parecer no era de Rotterdam sino de Barcelona e hijo secreto del almirante... La cosa se pone de «Sálvame» y más cuando los historietistas del «procés» afirman que el mismísimo ¡Artur Mas! también desciende de ese Colón catalán.
Catalunya del Nord. En el terreno negacionista, para el rumboso Institut Marco Polo no existió, patrañas, pues quien en aquella época ejercía como viajero, comerciante y nexo de unión entre continentes era «Jayme Alarich de Perpignan», que era francés pero a estos linces hiper-subvencionados eso les da igual porque rápidamente convierten Francia en «Catalunya del Nord», que probablemente y como les dejen llegue hasta el Polo Norte.
Y en el mundo del arte es Leonardo Da Vinci el que provenía de «una familia catalana» (ni Vinci ni gaitas), «que vivió en Cataluña donde pintó la Gioconda inspirándose en Isabel de Aragón y en las montañas de Montserrat». Tan ridículo es este enjuague como asegurar que Miguel de Cervantes era «Joan Miquel Servent» que escribió el «Quixote» en catalán y que en realidad le hacía los sonetos a William Shakespeare, que resulta que tampoco existió pues se trata de un alter ego del mencionado Servent. Y también eran «catalanes» San Ignacio de Loyola, Americo Vespucio, Francisco Pizarro y... detengamos aquí la nómina porque este aluvión torrencial de diespropósitos, este adefesio histórico, ya empacha.
Poco les importa ir escribiendo esta monumental enciclopedia del ridículo a los del Institut Nova Història, que con algo tienen que quitarse el hambre. Aunque con el dineral que les suelta la banda del lazo les da hasta para gambas, que Dios (para ellos el primer catalán) inventó en Palamós.
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