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David Morán - Enfoque

Al final Santa Brígida no fue Sant Jordi

Día del Libro en diferido

No hay manera. A la segunda tampoco fue la vencida y Santa Brígida, onomástica oficial del 23 de julio, no fue Sant Jordi. Ni se le acercó, vamos. Sí que se vieron rosas (pocas) y las librerías bombearon gente a buen ritmo durante casi todo ... el día, pero cualquier parecido con el Sant Jordi original fue pura coincidencia. Al final, la mezcla de rebrotes y canícula estival resultó aún más problemática de lo esperado y el ansiado Día del Libro en diferido, clavo ardiendo al que se quiso agarrar el sector en cuanto los nubarrones sanitarios amagaron con escampar, acabó desmayado y deslucido. Y es que, sin firmas ni autores dándose su baño de masas anual, no hay Sant Jordi que valga. Con todo, editores y libreros acabaron dando por bueno un día que, a diferencia del pasado 23 de abril, en pleno confinamiento, sí que sacó a la gente de sus casas para llevarla a las librerías. Una peregrinación con la que, algo es algo, esperaban llegar a cubrir cerca de un 15% de la facturación total de un Sant Jordi de los de antes. Para el Gremio de Libreros de Cataluña, el vaso estaba medio lleno ya que, comparado con un día de finales de julio normal, las librerías lucían entradas la mar de saludables. Otra cosa es que eso sea suficiente para apuntalar algún tipo de remontada y convertir el tradicional salvavidas del curso en algo más que en una socorrida tirita.

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