Tribuna abierta
Inquietante y perturbador
«No ha sido un Rey más, sino el Rey de la Constitución de 1978, el Rey que trajo la democracia y la ausencia de ánimo de guerra civil a España»

Muchísimas cosas, desde que el hombre tomó conciencia de sí, pueden resultar para unos y son para otros -depende de la perspectiva, el grado y la proporción- inquietantes y perturbadoras. Tiremos del Diccionario para subrayar el significado de estos adjetivos. Inquietante, que quita el sosiego ... o causa desazón. Perturbador, que trastorna el orden y concierto, o la quietud y la paz de algo o alguien.
Pedro Sánchez, en este momento de su vida, no es un ciudadano más, es el presidente del Gobierno, jefe del poder ejecutivo del Estado central. Desde esa posición institucional y responsabilidad política altísimas, y, para mayor inri, en presencia de un jefe de gobierno extranjero, ha empleado alucinantemente aquellos inquietantes y perturbadores adjetivos para casi «performar» una condena sobre el Rey Don Juan Carlos ante la opinión pública nacional. Perdón por el anglicismo; pero lo escribo en el sentido de Austin («Cómo hacer cosas con palabras») para el que un enunciado «performativo» no se limita a describir un hecho, sino que lo realiza por su misma expresión.
Por su parte, el Rey Don Juan Carlos no solo no es un ciudadano más en este momento de su vida, sino que no lo ha sido, ni lo será jamás, por derecho y ejercicio propios para la Historia, al pertenecer a la línea legítima de la dinastía reinante en España desde 1700, ser el padre del Rey Don Felipe VI y Jefe del Estado desde 1975 hasta 2014, y, lo que es más importante, porque no ha sido un Rey más, sino el Rey de la Constitución de 1978, el Rey que trajo la democracia y la ausencia de ánimo de guerra civil a España.
Si, para Chesterton, no hay nada extraordinariamente heroico en denunciar al soberano de un país extranjero como «prueba de la magnífica audacia de los librepensadores», menos heroico, además de impropio, desleal y teleológicamente anticonstitucional, es el comportamiento señalado en el segundo párrafo de esta tribuna.
En el contexto del periodismo, pero extrapolable y aconsejable para la política, como a cualquier campo o saber de la vida, el célebre escritor inglés apuntaba en «para ser un periodista de éxito» que hay ciertos asuntos que «deben manejarse con un criterio de proporcionalidad. Un criterio que parece muy vago, pero que es muy seguro e inconfundible. Hay diferencias de grado que son tan claras como las diferencias de clase. Por ejemplo, si una casera le dijera a su inquilino que no permite perros o gatos, pero sí pájaros, aún tendría derecho a quejarse si apareciera en la habitación un avestruz». Porque, desde otra perspectiva y esta sí con grado y proporcionalidad, inquietante y perturbador, de verdad, es que el PSOE se aliara con las fuerzas políticas contrarias a la nación y a la Constitución para llegar al poder, y, luego, para mantenerse en él.
Inquietante y perturbador, de verdad, es que unos asesinos de nueve niñas sean recibidos con fiesta en su pueblo, y como ellos todos sus conmilitones etarras, y, en cambio, se sugiera que Don Juan Carlos deba salir de la que es su casa desde 1963, cuando no de España e, incluso, cosas peores.
Inquietante y perturbador, de verdad, es que se condene a unos sujetos a muchos años de cárcel por secesión, y a los nueve meses estén en la calle, sin muestra alguna de arrepentimiento, incumpliendo por supuesto las normas sanitarias excepcionales por la pandemia del coronavirus, y proclamando: «Lo volveremos a hacer».
Inquietante y perturbador, de verdad, es que el partido proetarra Bildu obtenga 21 diputados en el Parlamento vasco, y siga siendo socio del PSOE por omisión o acción.
Inquietante y perturbador, de verdad, es que sigamos sin saber realmente cuántos compatriotas han fallecido por el coronavirus.
Inquietante y perturbador, de verdad, es que el sujeto responsable técnico que dijo que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado» por el coronavirus, siga en su puesto.
Inquietante y perturbador, de verdad, es el tupido velo que parece haberse corrido sobre el «Delcygate».
Inquietante y perturbador, de verdad, es que, en la España de hoy, la credibilidad se conceda a priori a prostitutas de lujo y a policías corruptos.
Inquietante y perturbador, de verdad, es que medios que se suponen partidarios de la Constitución, la unidad de España y la igualdad de sus ciudadanos se sumen a la postre, so capa de no se entiende qué interés, a la deslegitimación social de la monarquía parlamentaria, clave de bóveda de nuestro sistema de libertades.
En este asunto que el presidente del Gobierno ha calificado de inquietante y perturbador, además de no vender la piel del oso antes de cobrarlo, el grado y la proporción aconsejan examinar, primero, si España corre un mayor riesgo ocupándose de las supuestas responsabilidades morales particulares o conviene ocuparse de nuestras propias necesidades actuales, urgentes y profundas de reconstrucción como comunidad nacional. Acaso, la humildad, mirarnos todos en nuestro quebrado espejo y restaurar la concordia para superar el caos presente y creciente sean las bases para recuperar el rumbo y hallar la respuesta.
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Daniel Berzosa es profesor de Derecho Constitucional y abogado
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