Cortando el amarillo
Con diálogo o sin él, el separatismo catalán se quiere cargar la unidad constitucional y la democracia del 78

Ciudadanos no renuncia. Sánchez los estigmatiza con la palabra derecha mientras los ultranacionalistas, con los que ha dialogado, amenazan e insultan a Arrimadas, que se ha atrevido a poner los pies en el pueblo de Puigdemont. En la plaza de Amer cuelga un cartel con ... el rostro del prófugo de la Justicia. La escena tiene un aire decimonónico. La España liberal, acosada y perseguida por el irredento carlismo supremacista que se enseñorea con chulería. Ciudadanos defiende la unidad constitucional y le importa, y mucho, que no se rompa en pedazos. Si algo hay que poner en el debe de Arrimadas es que no se presentara a la investidura con su millón de votos debajo del brazo, aunque solo fuera para dejar claro que la calle no es de un solo color.
Amer demuestra que el apaciguamiento no funciona, salvo que se acepten la derrota y la humillación. El mediador pactado con los independentistas se queda como prenda para el futuro. Como dice Arrimadas, si Sánchez vuelve a formar Gobierno tendrá el camino allanado para negociar la legislatura a cambio de los indultos. La negociación emprendida por la vicepresidenta Calvo dejaba de nuevo al margen a quienes se atreven contra la superioridad del independentismo. Un acuerdo con Torra, Puigdemont y Junqueras implica la aceptación de la supremacía nacionalista. Puigdemont campa a sus anchas dando instrucciones y decidiendo quién gobierna en España. Si la solución pasa por la resignación y el silencio de los que no son nacionalistas, será mejor que lo digan bien claro en esta campaña electoral. Se les ha llenado la boca con la palabra diálogo antes de entrar en los detalles. En cuanto lo han hecho se han encontrado, a sabiendas, con lo mismo y se ha descubierto el pastel de siempre.
Con diálogo o sin él, el separatismo catalán se quiere cargar la unidad constitucional y la democracia del 78. El objetivo es la inestabilidad permanente. Que Sánchez obtenga unos escaños más les vendrá bien, siempre y cuando los suyos sigan como decisivos. El adelanto electoral de Sánchez busca ganar aprovechando el contrapié del PP, es decir Vox, y colocarse en una mejor posición para conseguir lo que el viejo PSOE y los barones pendientes de un hilo electoral han frenado en el último segundo. Sánchez necesita sumar al menos 150 escaños con Podemos. Lo demás lo ha dejado hablado, a mitad de camino, con los independentistas vascos y catalanes. Hay que esperar a la siguiente ronda de escaños. Los defensores de Sánchez dicen que no ha cedido. Si no lo ha hecho es porque no ha podido. El pecado original estaba en la moción de censura. En las urnas de abril busca lo que le ha faltado esta vez para conseguir una solución que, como ya sabe el presidente del Gobierno, pasa por aceptar lo que el independentismo exige a cambio.
El amor a España de Junqueras es el dolor causado rompiendo una sociedad. Cuando Sánchez escora hacia la derecha a Ciudadanos busca ocupar un espacio que en realidad no le importa, pero que necesita para su plan. Para ser creíble en este particular debería ponerse al otro lado del lazo amarillo en Amer, aguantando insultos y amenazas, cortando sin miedo. Y da lo mismo si lo hace con la derecha o con la izquierda. La libertad no distingue entre diestros y zurdos, por mucho que disguste a quien se cree con el don de parcelarla trazando rayas separadoras a su alrededor.
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