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El corredor

«No me arrepiento», dijo, y se alejó trotando conelegancia indiferente

Luis Ventoso

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No es de extrañar que los artistas plutócratas dispongan de casa en Holland Park, en el Oeste más exquisito de Londres, no lejos del Palacio de Kensington (la clase media nos conformamos con acudir en verano a alguna de las óperas portátiles que se celebran ... en el parque, en cuyo descanso te permiten desertar de la butaca y sentarte en el césped a darle al pícnic y el bebercio antes de retomar el bel canto). El parque de Holland Park es para quien suscribe el más bonito de la capital inglesa. Lo combina todo: una gran pradera de entrada donde los chavales se desfogan al fútbol, que te embarga de secretas añoranza de tus días de balón y ligereza; los parterres florales y el inesperado jardín zen japonés, con sus caprichos acuáticos; y por último, la fronda de cierre, con un desaliño boscoso que en realidad encubre un trabajo de alta academia de jardinería. Alrededor de ese oasis urbano tienen prohibitivas mansiones los fatigosos Beckham, Elton John o el pájaro loco de los Stones, Ron Wood (con quien me crucé en una radiante mañana dominical de primavera, muy modoso él paseando junto a sus suegros, que parecían sus hijos, y una rubia, que parecía su nieta, pero era su novia). También viven allá Jimmy Page y su vecino Robbie Williams, que le hace la puñeta con música a toda pastilla, en venganza porque el viejo guitarrista de Led Zeppelin no le deja horadar una piscina.

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