Cerco a ETA
Cuando la opinión pública aún estaba pendiente de los dos últimos atentados frustrados de ETA, en Zarauz y en Gerona, la banda terrorista recibía un duro golpe con la detención de dos miembros del «comando Barcelona», quienes se hallaban en el interior de un coche cargado con explosivos. La acción policial fue obra de dos guardias urbanos de la Ciudad Condal, que sospecharon del vehículo y actuaron con la profesionalidad y la contundencia necesarias para reducir a los etarras, sin darles opción a demostrar que lo son. Aunque la investigación es la que debe concretar qué hechos criminales fueron cometidos por los detenidos, José Ignacio Krutxaga y Liarni Armendáriz, la eficaz actuación de los guardias reaviva el recuerdo de su compañero Juan Miguel Gervilla, asesinado el pasado diciembre por uno de los ayer capturados. Nunca podrían haberle rendido sus compañeros mejor homenaje.
Las detenciones permitirán conocer el alcance y la solidez de la infraestructura de ETA en Cataluña y también esclarecer los atentados cometidos allí. Lo importante ahora es saber contener la euforia y el optimismo, porque la banda terrorista seguirá actuando. Pero es justo reconocer que ETA está recibiendo un golpe tras otro, encadenados tanto por la torpeza de sus nuevos pistoleros como por la eficacia de las Fuerzas de Seguridad. Lo cierto es que está tomando cuerpo la convicción expresada por Aznar sobre la derrota de ETA en el terreno operativo. Ningún esfuerzo ni iniciativa al respecto sobra, siempre que todos sean coherentes con las directrices marcadas por los dos principales partidos en el pacto contra el terrorismo y por las libertades. Cada adhesión a este pacto incrementa la fuerza del sistema constitucional y, por consiguiente, debilita la estrategia del terrorismo y de sus acompañantes. El cerco a ETA se está cerrando en lo político y en lo policial, con un ritmo que no debe ceder a cantos de sirena sobre falsos diálogos ni a invitaciones al desistimiento, que persiguen realmente romper la cohesión de los poderes públicos con los ciudadanos y cuestionar ante éstos la validez del sistema constitucional como marco de sus libertades y derechos. El sumar voluntades, el hacer algo, dista un trecho infinito de la actitud del nacionalismo. Ayer mismo, el lendakari Ibarretxe perfeccionó su destreza en la mímesis del hábito del avestruz (el «arte» de no darse por enterado de nada) al no convocar ya las elecciones, aludiendo a no se sabe qué circunstancias. Al parecer no le basta con ser incapaz de gobernar, con presidir un Ejecutivo inútil.
ETA no es invencible y el primer deber del Estado es acabar con ella con todos los instrumentos legales. Por eso, ahora, el único diálogo admisible es el que ponga de acuerdo a todos para erradicar el terrorismo, sin contrapartidas ni cesiones políticas. A quien quiera seguir en la equidistancia: la historia le juzgará tarde o temprano, porque ETA será vencida.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete