El batallón de los perplejos
¿Un ventrílocuo en La Moncloa?
Ya dejó claro Oliver la opinión que le merecen los periodistas: que si tertulianos, que si actores políticos, que si enfermos por preguntar... Así que se acabó, ya solo pregunta él

«Tienen la enfermiza manía de preguntar. Los periodistas son insaciables. ¿Todas las veces tienen que ser respondidas las preguntas? Políticamente, no. Todos los que hacen información de La Moncloa son tertulianos. Nos estamos convirtiendo en fiscales que reconvenimos al político y le afeamos la ... conducta. A continuación, esos mismos se van a las tertulias a opinar. Sólo dedican unos minutos a dar información y el resto, son opiniones. Son actores políticos que trabajan como periodistas». (Miguel Ángel Oliver, diciembre de 2019)
Con el impagable Tezanos (bueno, no del todo impagable que cobra más que el presidente del Gobierno) y su escopeta de feria haciendo encuestas que solo atinan a darle jabón al presidente, el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, forma parte del propileo que sostiene desde el principio la propaganda del edificio sanchista, hoy ciertamente tambaleante. No hay quien mueva de allí a ambos, seguramente porque cumplen a la perfección con el papel que Sánchez les ha encomendado y que parece consistir en halagar al líder. Estos días le caen a Oliver cascotazos de ese techo por haber inventado la rueda de prensa sin prensa, un hallazgo realmente formidable, casi revolucionario, de tal forma que él es quien selecciona las preguntas que deben contestar sus jefes. Esta sí, esta no...
El procedimiento ha suscitado las quejas de buena parte de la profesión que observa en la maniobra un ataque a la libertad de información toda vez que Moncloa se convierte en el cedazo por el que debe pasar, o no, la labor de los periodistas. Oliver insiste en que no hay ni trampa ni cartón en el archiperre que se ha sacado de la manga. Y cartón no se sabe, pero trampa sí que esconde el método porque el otro día una veintena de periodistas le hicieron la misma pregunta y el secretario sanchista no creyó oportuno seleccionarla, quizá porque en ella se le urgía a cambiar el método para dejar a la prensa preguntar con libertad. Sí seleccionó, en cambio, la cuestión formulada por una radio que emite en el municipio toledano de Aldea en Cobo, que tiene 161 habitantes. Ya ven, toda una metrópoli...
Teniendo en cuenta el párrafo inicial, la triste realidad de estos días de mordaza parece ajustarse bastante a la consideración que Oliver guarda de los periodistas a los que ahora tapa la boca y se permite hacer de ventrílocuo suyo. Va más allá, a veces corrige al compareciente que habla en el atril, matizando la respuesta («¿Ha querido decir que hace dos semanas, verdad?»; «No no, he querido decir lo que he dicho, que fue hace dos meses») o adaptándola a mejor conveniencia de la teoría gubernamental. Cuando un alto cargo no contesta a la pregunta realizada y se va más allá de Úbeda, él no repregunta ni afea la elusión. Pasa a leer otra cuestión.
Los periodistas no necesitan ventrílocuos sino que les dejen hacer su trabajo sin filtros. Varias asociaciones profesionales ya le han sugerido un sistema de ruedas de prensa ¡con prensa! Pero Oliver no cede y está alcanzando un protagonismo similar al que logró cuando, en su etapa de periodista televisivo, dio el teléfono de Rajoy para que cualquiera pudiera llamar corrupto al entonces presidente a cuenta del caso Bárcenas. Luego resultó que el teléfono era falso. Periodismo del bueno.
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