CAMBIO DE GUARDIA
Acta de Rajoy
En Barcelona, Rajoy ha dicho cosas muy básicas. Tanto, que no hay manera de eludirlas
«Mientras yo sea presidente, no se celebrará ningún referéndum ilegal. Mientras yo sea presidente, no se producirá ninguna fractura en España».
No beneficia a Rajoy el desenfado con el que alguno de sus ministros pasó a hacer, en pocos meses, lo contrario de lo que había prometido el día de su nombramiento. Es la realidad clamorosa del ministro de Justicia, en lo que concierne al retorno a la norma constitucional de autonomía del poder judicial. El presidente del Gobierno hubiera debido intervenir entonces, ante una violación tan explícita de programa y de promesa. No lo hizo. Se equivocó. Y todos nos quedamos con el aire de que, si eso podía permitirse Gallardón, qué no podría hacer el presidente.
Y ahora Rajoy está ante la prueba crítica. El discurso de Barcelona, anteayer, es el más importante de su vida política. Y de las nuestras. Quiere la ácida ironía histórica que haya de ser el menos épico de cuantos gobernaron España en este medio siglo quien haya de hacer frente al envite más cargado de epopeya de la España moderna: el fin de España.
Porque de eso habla esta historia. Y sería pueril no darle el que es su nombre propio. Las naciones mueren. No hay duda. Pero maldita la gracia de estar bajo ellas en el instante mismo en que agonizan y se desmoronan. Quienes vivieron en los Balcanes durante el final del siglo XX pueden contar cosas muy didácticas acerca de la perversidad del animal humano.
En Barcelona, Rajoy ha dichos cosas muy básicas. Tanto, que no hay manera de eludirlas:
—Que una Constitución puede ser cambiada. Claro. Si no, no sería Constitución. «¿Es posible someter a referéndum el futuro de España? Sí, pero tienen que intervenir todos los españoles».
—Que un gobierno español que admitiese otra vía delinquiría. En igual medida que quienes la consumasen. «Ni yo puedo disponer de propiedades que no son mías, ni en Cataluña se puede disponer de lo que pertenece a todos. Eso es algo que no está al alcance de nadie: ni del Rey, ni del Gobierno, ni de nadie».
—Que «derecho a decidir» es eufemismo de «autodeterminación». Y que la autodeterminación pasa por la reforma constitucional aprobada por el sujeto constituyente que existe hoy: el español. «El futuro de España no se puede determinar en una comunidad autónoma mediante un referéndum particular. Si España permanece íntegra o se fragmenta, no puede decidirse en una votación parcial».
—Que acerca de una Constitución no deciden individuos. Por elevados que sean. «No es que la Constitución impida a determinados señores hacer lo que les apetezca. Nos lo impide a todos. A mí también». La voluntad personal no es de recibo en asuntos constitucionales. El Estado es un autómata que las leyes rigen.
La formulación es óptima. Alzamos acta. Pronto habremos de saber si fue aplicada. Mientras Rajoy fue presidente.
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