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en observación

Cómo afeitar a un rabino

La guerra de Gaza, desde una peluquería en la que conviven islam y judaísmo

No fue culpa tuya, ni tampoco suya

A cada amnistía le llega su sanmartín

Jesús Lillo

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Una mujer puede ser un hombre, por simple autodeterminación registral, y si se lo propone incluso pasar en la vida civil por caballero, denominación de origen ajena a la biología que solo se conserva ya en las peluquerías –las menos– y que por lo ... que comporta de distinción, nobleza y generosidad, valores en desuso, cuando no en vías de cancelación, apenas tiene salidas profesionales. Ser o creerse un caballero aún te abre las puertas –las menos– a establecimientos de otro tiempo, botes de conserva de una mezcla de indiscreción y secreto, de loción y sudor, por la parte del sobaco. Viejas masculinidades, o «peste a hombre» (Rubén Blades). Los hechos que siguen son reales, y solo los nombres de los dos protagonistas (A y B) han sido suprimidos para preservar su privacidad, que no está el horno para bollos.

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