Hakuna, el fenómeno musical que mueve a los católicos 3.0
Detrás del concierto en Vistalegre, que reunió a más de 8.000 jóvenes, se encuentra un movimiento cristiano que se define como «una gran familia eucarística»
Las cinco canciones más escuchadas de Hakuna y sus letras
Suenan los primeros compases de 'Noche' y los más de ocho mil jóvenes que abarrotan el Palacio Vistalegre comienzan a arrodillarse y a rezar, en griego: «Kyrie Eleison, Señor ten piedad». La escena impacta y el momento transpira la esencia de la catarsis colectiva ... de unos jóvenes que, apenas unos instantes antes, bebían cerveza mientras saltaban y coreaban las canciones como en cualquier otro concierto indie o pop al que, seguro, asistirán la semana que viene.
Es Madrid, sábado 17 de septiembre de 2022, el último concierto de Hakuna, un movimiento cristiano que se autodefine como «una gran familia eucarística que aprendemos arrodillados ante Cristo (hecho) hostia». ¿No había quedado la Iglesia como el último reducto de fe para cuatro ancianas nostálgicas? ¿No mostraban los obispos durante el sínodo su «patente preocupación por la escasa presencia y participación de los jóvenes en la vida y misión de la Iglesia»? ¿Cómo es posible que este grupo reúna en un concierto a miles de jóvenes entregados y eufóricos con un mensaje explícitamente cristiano? ¿Es esto el catolicismo 3.0?
Concierto de HAKUNA anoche en Madrid! Brutal! pic.twitter.com/0Rki3fmF0w
— José Sánchez Fernández (@psanchez1996) September 18, 2022
Quizás para desentrañar este fenómeno convenga acercarse a su sede, a la que ellos llaman «el estudio». Los jóvenes de Hakuna ocupan ahora un antiguo convento en Las Rozas que las Concepcionistas Franciscanas abandonaron hace unos años por falta de vocaciones. Primera paradoja. Aunque son más conocidos por su música, lo que se percibe nada más entrar es que las canciones no son más que la carta de bienvenida, pero que la vida de la casa gira en torno a la oración y la adoración eucarística.
El hall de entrada, que acoge al mediodía el rezo del Ángelus, te lleva de inmediato a la primera capilla. Choca la estética. Alfombras, lámparas y velas de impronunciable marca sueca, junto a estructuras de palés con cojines y almohadas de estilo ibicenco en vez de reclinatorios. El sagrario, eso sí, en el centro. Dos jóvenes rezan en silencio ante él. Una capilla 'chill' para una propuesta católica de siempre.
Ese contraste entre estética y lenguaje modernos junto a iniciativas cristianas tradicionales parece una marca de Hakuna. Paredes forradas con carteles que parecen impresos desde Instagram, fotografías de cuidada factura y perfecto encuadre entre las que no falta una imagen de la cruz, una custodia o la figura de la Virgen, frases motivadoras que buscan interpelar con lo más profundo. Nada parece estar dejado al azar. Pero ellos, dicen lo contrario. «No hay nada, no hay estrategia, no hay nada detrás más que la verdad en cada acción», explica Belén Serrano, una sevillana miembro de Hakuna, que ahora vive en la casa.
«No hay estrategia»
«Hakuna surge sin querer», redunda José Pedro Manglano –'Josepe' le llaman en la casa–, el sacerdote que impulsó el nacimiento del movimiento y que ahora tiene como misión específica acompañarles en el día a día. «Empezamos a vivir durante un año, preparando la Jornada de la Juventud de Rio (en 2013) y nos fuimos dando cuenta con el paso del tiempo que aquello era una realidad en sí, con su espiritualidad, con un carisma, con un estilo, con un mensaje que, no siendo nada original, porque en Cristo está todo dado, sí que subraya algún aspecto», explica a ABC.
A aquel viaje fueron 97 jóvenes, pero al volver «en la primera Hora Santa que hicimos, vinieron 700», cuenta Manglano. «No habíamos pensado nada, no habíamos diseñado ninguna estrategia. Sencillamente aquellos jóvenes querían para los demás lo que habían vivido», añade.
Y comenzaron a invitar a amigos, familia, compañeros de clase. Hakuna fue creciendo, tanto en número de jóvenes como en iniciativas para satisfacer sus demandas. El curso pasado tenían contabilizada una media de 18.000 asistentes a sus Horas Santas, que se realizan cada semana en 35 ciudades de España, 15 de Europa, 11 en América (Mexico, EE.UU. Costa Rica, Ecuador y Argentina) y una en Corea.
Hakuna fue creciendo en número y en iniciativas. Y aquí comienza otra de sus peculiaridades, una jerga mezcla de palabros castellanos reconstruidos y expresiones en inglés que tienen que explicar muchas veces. Los 'revolcaderos' son los grupos de formación, que se reúnen para profundizar, «revolcarse», en textos teológicos. El 'compartiriado' es la acción social, porque es más un voluntario supone un «compartir mutuo en el que se confunde quien ayuda y quien es ayudado». Y para los retiros de fin de semana de toda la vida: 'God Stop'. «En inglés es una parada con Dios, es muy joven, muy fresco», dice Maca Torres, responsable de prensa de Hakuna.
Una redefinición léxica que alcanza hasta a quienes deciden asumir un compromiso más firme: se llaman a sí mismos 'pringaos'. Maca explica que el significado es doble. «Primero porque deben ser como el que mete la mano en un bote de miel y luego va pringando todo lo que toca y segundo porque, como dice el diccionario, son los últimos, los que se dejan 'engañar' por los demás para servir».
«La fuerza la recibimos ahí»
Cada semana congregan a 18.000 personas en 60 ciudades en todo el mundo para rezar ante el sagrario
Pero el centro de su acción, sobre lo que gira la vida de Hakuna, es la Hora Santa, la tradicional adoración eucarística, la oración frente a la hostia consagrada, donde está el «auténtico cuerpo de Cristo» para un creyente. Una tradición tan antigua en la Iglesia como eminentemente católica, pues supone una reivindicación de la transubstanciación, el cuerpo de Cristo hecho carne en el pan. «La fuerza la recibimos ahí», explica Belén, «sin eso nada tiene sentido, es lo que nos ha transformado, nos ha cambiado la vida», añade.
En las sesenta ciudades en que están implantados en todo el mundo, cada semana se realizan varias Horas Santas, en función de la edad de los participantes: universitarios, profesionales, frontera y senior. En cada una de ellas hay una reflexión inicial y después la adoración al santísimo, intercalando momentos de silencio con sus conocidas canciones. Y después, al acabar, unas cervezas. «Siempre hay unas cervezas, juntos, ya en otro ambiente, comentamos lo que hemos vivido», añade Maca.
Y es que el objetivo según Josepe Manglano es buscar «la santidad en el mundo, en lo ordinario, en lo pequeño, en la sencillez». Una idea de la que hablan por sí solos los títulos de los libros que ha escrito y que sirven de alimento espiritual para los jóvenes. Del primero, 'Santos de copas', al último, 'Santos de mierda'. «No buscamos la provocación, pero no nos importa provocar» dice, para añadir que en el último buscó lo que era la materia «en su estado más degradado» para ejemplificar que todo puede ser santificado.
Una idea que, no en vano, parece derivada de las que movieron a Escrivá de Balaguer a crear el Opus Dei. Y es que Hakuna nació en el seno de la Obra. Aquellos primeros jóvenes pertenecían a la parroquia de san Josemaría Escrivá y Jose Pedro Manglano era sacerdote de la Prelatura.
Pero la deriva que fue tomando Hakuna les fue separando de su matriz inicial. El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, les dio su actual fórmula jurídica —asociación privada de fieles— y acogió a Manglano en la diócesis cuando, en mayo de 2020, recibió una carta del vicario regional en que le invitaba a salir del Opus Dei para que pudiera dedicarse «plenamente a impulsar Hakuna».
Quizás por ello, una de las críticas que les hacen en las redes es que son un grupo de «jóvenes católicos pijos». Cierto es que, la mayor parte de ellos son universitarios y, por su aspecto, los situarías antes en un concierto de Taburete que en uno de Rosendo Mercado, pero Marcos Carrascal, responsable de formación, defiende que hay jóvenes de todo tipo. «Yo mismo soy de Carabanchel, que vengan allí a la Hora Santa y lo podrán comprobar».
Cuidada estética y estricta profesionalidad son también señas de la factura de Hakuna. De esto último, es buen ejemplo su estudiada estructura organizativa. Junto a la figura canónica reconocida por la diócesis de Madrid, suman la Fundación Hakuna Revolution que da la cobertura jurídica a las propiedades y a los contratos con lo que tienen profesionalizada la gestión de la parte financiera, la acción social, la comunicación, la formación y el e-commerce. Según sus últimas cuentas, publicadas en 2019, movieron más de un millón de euros, la mayor parte recibidos de donaciones y cuotas de los asociados.
No extraña la acertada producción de sus canciones, la eficaz campaña de márketing, o que su reciente canción 'Huracán' esté entre las tres más virales de Spotify.
Elementos, que por si mismos, no explican el éxito evangelizador de Hakuna, su capacidad de llegar a los jóvenes. Manglano dice que «Hakuna es un capricho de Dios. A Dios le ha apetecido y nos ha guiado y nos ha dado la vida». Pero eso mismo afirman otras iniciativas cristianas que no despiertan la misma expectación. ¿Dónde está entonces el secreto que les hace enlazar con los jóvenes de hoy?
En un momento de animada tertulia, Belén cuenta las vicisitudes que tuvieron que superar para sacar adelante el concierto. «Nada sale como lo hemos planeado. Siempre hay imprevistos que nos obligan a hacer cambios. Es como un descenso en 'rafting', el agua te lleva y tienes que tomar decisiones todo el tiempo».
Y ahí, quizás, Belén haya dado con la clave sin pretenderlo. Hakuna fluye, se adapta, cambia de forma, crea respuestas en función de las necesidades. En definitiva, Hakuna es un movimiento líquido que se amolda a la perfección a la época de «modernidad líquida» de la que escribió Bauman.
En un tiempo sin certezas, donde la «búsqueda de la identidad» se suma a la obligación de ser libre con los miedos y angustias existenciales que esa libertad conlleva, los jóvenes se acercan a Hakuna. Lo curioso es que tras esa fluidez para adaptarse a los tiempos, la propuesta que luego hace Hakuna es «sólida y eterna», la misma de siempre en la Iglesia. La fluidez es el reclamo, pero la «hostia es la que engancha». Y ahí sigue la paradoja.
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