EDITORIAL
Las lagunas de la ley trans se multiplican
Una cosa es combatir cualquier odio social, lo cual es legítimo pues afecta a las personas y no a los sexos, y otra distinta es fabricar un artefacto legal que ideologiza la condición sexual hasta el extremo
Oleada de repentinos cambios de sexo de una cárcel asturiana de presos varones para ser ingresados en el pabellón de las mujeres; repentinas conversiones de opositores masculinos en mujer con el fin de someterse a las exigencias físicas que se marcan a las mujeres para obtener plaza. La ley Trans aprobada con los votos del Gobierno y sus socios presenta unas lagunas enormes fruto de la falta de pericia legislativa que vienen mostrando no pocas leyes elaboradas por el Gobierno, chapuzas no corregidas en su tramitación parlamentaria. El acceso a la condición de mujer que antes exigía un acompañamiento clínico y una ratificación judicial ahora queda subsumido en la pura expresión de una voluntad subjetiva. Pero una cosa es combatir cualquier odio social, lo cual es legítimo pues afecta a las personas y no a los sexos, y otra distinta es fabricar un artefacto legal que ideologiza la condición sexual hasta el extremo. Alertábamos desde aquí de que era probable que esta norma podría redundar en una desprotección efectiva de aquellos a quienes decía defender y de la multiplicación de situaciones injustas. Ya lo estamos viendo.
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