editorial
Se abren las primeras fisuras
No por esperada, la ruptura de Podemos con Sumar ha sido menos estrepitosa. Añade inestabilidad al gobierno y expone el pobre liderazgo de Díaz
Han bastado apenas unas semanas de legislatura para que la mayoría parlamentaria que invistió como presidente del Gobierno a Pedro Sánchez haya empezado a exhibir sus primeras fisuras. Ione Belarra, Lilith Verstrynge, Javier Sánchez Serna, Martina Velarde y Noemí Santana, que ocupan los cinco escaños de Podemos, han certificado su ruptura política con Sumar y a partir de ahora pasarán al Grupo Mixto del Congreso. La noticia podía ser previsible, pero nadie esperó que fuera a anunciarse de una manera tan abrupta y sin una coartada creíble que la justificara. Al contrario que en otras ocasiones, en las que las decisiones de la formación morada fueron sometidas a la aprobación de las bases, el divorcio político con Yolanda Díaz no ha requerido consulta alguna y se ha ejecutado de forma súbita e irreversible.
Es indudable que la vicepresidenta Yolanda Díaz no ha sabido gestionar la pluralidad de siglas que se han aglutinado bajo la plataforma que lidera. En apenas unos meses, la tensión con Podemos ha ido agravándose hasta hacerse insostenible, lo que demuestra una escasa capacidad negociadora que debería inquietar al presidente del Gobierno. La heterogeneidad de Sumar puede acabar siendo una bomba de relojería según avancen los meses y se generen escenarios de intereses cruzados, lo que sumado a otros extravagantes apoyos parlamentarios de Sánchez no invita a esperar una legislatura estable ni tranquila. Lejos de los discursos almibarados que suelen manejar en Sumar, la crítica a Podemos ha sido vehemente y no han dudado en tildar a los de Belarra de tránsfugas y desleales. En honor a la verdad, difícilmente Díaz puede hablar de lealtad cuando los morados fueron apartados de forma explícita en el reparto de ministerios e incluso se les negó cualquier portavocía parlamentaria.
La salida de Podemos al Grupo Mixto admite distintas lecturas. Desde la estrictamente personal (Iglesias no oculta su abierto enfrentamiento con Díaz) hasta la estratégica. Los cinco diputados morados podrán disfrutar ahora de una mayor visibilidad desde el grupo mixto y tendrán plena autonomía de voto al no estar sometidos a ninguna disciplina de partido. Esta libertad es la que potencialmente puede convertirse en un problema para Sánchez pues, a partir de ahora, hay una variable más que añadir a la geometría de pactos parlamentarios. Es difícil que Podemos no vote regularmente con el bloque de izquierdas, pero hay iniciativas legislativas en las que coordinar a la derecha supremacista de Junts con los morados puede ser difícil. En cualquier caso, es seguro que los cinco votos podemitas serán casi imprescindibles a cada paso y a partir de esta ruptura habrá que pactar con Belarra, tutelada en la distancia por Iglesias, cada uno de los apoyos.
La escisión entre Sumar y Podemos es, sin duda, una mala noticia para la estabilidad deseada por el Ejecutivo. Pero es, también, una muestra más de la manera en la que estas formaciones entienden la política. La pugna entre egos, las batallas personales y la obsesión por intentar sobrevivir en un espectro ideológico en permanente mutación son elementos que inoculan dosis de altísima impredecibilidad en el sostén parlamentario de Pedro Sánchez. Los hechos parecen demostrar, también, que el liderazgo de Díaz es más cosmético que real y que tiene más forma que fondo. Una ley laboral aprobada de forma accidental, unos pobres resultados electorales y una incapacidad a la hora de gobernar su coalición son las credenciales reales que a día de hoy puede presentar la vicepresidenta.
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