DESPUÉS, 'NAIDE'
Los Reyes, así tan guapos
Me interesa mucho el retrato que les ha hecho Annie Leibowitz a los Reyes porque viene a ser la puntilla del feísmo que a poco estuvo a punto de triunfar en mi Españita
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El punki y el legionario
La gente a la que quiero me parece guapa. Mis amigos, incluso los de rostro más abstracto, se me antojan Rodolfo Valentino si los miro. Y no me ocurre que el cariño tape sus otros defectos: si escriben mal, por ejemplo, sufro el doble que ... leyendo a un desconocido. Nada hay más doloroso que un buen amigo arrastrándose por un texto, por eso intento encariñarme con gente que escriba mejor que yo, como es el caso de mis amigos columnistas y escritores. El propio Jesús Nieto Jurado, por ejemplo, me parece un hombre apuesto incluso cuando se aparece con la gorra y el manojo de llaves colgando del pecho como si se fueran a perder, en esa cosa suya entre el aparca de una pulpería y el vocalista principal de una 'boy band'. Jesús me puede parecer guapo, pero es una opinión; que los Reyes de España son bellos es, como se dice ahora, información. A ver si los cronistas de la corte del sanchismo entraban en trance con los músculos del presidente, tensos y duros como si estuvieran hechos de acero de Vizcaya, por qué yo no iba a constatar que Don Felipe y Doña Letizia son verdaderamente apuestos.
Me interesa mucho el retrato que les ha hecho Annie Leibowitz a los Reyes porque viene a ser la puntilla del feísmo que a poco estuvo a punto de triunfar en mi Españita. La imagen de los Monarcas en despampanante pose y rodeados de la elegancia suntuosa del Palacio Real constituye la sepultura de un tiempo en el que se ha atentado gravemente contra la hermosura pues se consideraba que ofendía a los que no la poseían. El guapo castigaba al feo por el camino de la envidia en cuando la guapura es personal e intransferible y no se le puede aplicar, para redistribuirla, una tasa al estilo de las chaladuras fiscales de Yolanda Díaz. De haber podido hacer al Rey más feo para que otro se sintiera más guapo, habrían repartido sus dones.
Al guapo se le ha castigado porque descubría al contrahecho por comparación. A ese al que solo veía guapo su madre se le elevaba mediante el feísmo, una corriente que roía nuestra civilización. El guapo, en lugar de considerarse admirable, resultaba sospechoso, pues la perfección anulaba la celebración de sus otras cualidades. Todos sus triunfos se explicaban por la cochina exquisitez de su rostro, sus muslos, o lo que fuera. No se podía ser guapo y gracioso, guapo y listo. En realidad, tampoco se podía ser listo en cuanto se ofendía a los tontos, o acaso se podía ser listo a costa de parecer la prima de Schrek.
Al guapo se le ha castigado porque descubría al contrahecho por comparación
Había que terminar con guapo, qué se había creído. Había que ocultarlo, vestirlo con harapos para que un feo lo viera y se sintiera mejor. Para guillotinar al bello se intentó establecer un segundo sistema métrico por el que, con el ánimo virtuoso de incluir al distinto, soltaron a las pasarelas de los 'parises' a gente de la que uno dudaba hacerle una foto o una placa de tórax.
A los Reyes también intentaron taparlos, hacerlos como los demás, y hasta los mandaron a vivir a un chalé habiendo un palacio. En este 'bellicidio' general, ya me esperaba que, para no ofender, sacaran a Sus Majestades retratados como el Dúo Sacapuntas, cosa que no ha sucedido, y lo celebro mucho.
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