después, 'naide'
A la Fiscalía ya no le importa nada
En mi Españita cada vez importan menos cosas que antes tenían su importancia. Lo del tema del independentismo, por ejemplo, la necesidad de traer a España a un fugado
Veinte mil loros en el hombro
Poner la otra vaquilla

En el Supremo canta más gente que en el Toni Dos. Ayer, la fiscal superior de Madridrelató que había preguntado al fiscal general del Estado si la información confidencial que pretendía difundir sobre la pareja de Isabel Díaz Ayuso la había ... filtrado él, y que García Ortiz le respondió: «Eso ahora no importa». Yo ando preguntándome si esto no le importa al fiscal general del Estado, a quién deberían importarle.
A veces, percibimos reflejos de las cosas que explican la cosa entera y, vale que uno no sabe de derecho penal, pero tiene algunas nociones de hombres enfrentados al examen de su conciencia, porque ha visto unos cuántos. Suficientes como para identificar a seis kilómetros de distancia a alguien en el ejercicio exacto y preciso de desconectar la culpa. Hablo de ese tipo al que las cosas ya no le importan pues, llegados a determinado punto, hay cosas que mejor que no importen.
Al joven, que está nuevo, le importa mucho todo y después va gastándose por el transcurrir del tiempo, las contradicciones y el doloroso ejercicio de pasar por el puñetero aro. Así se le hace polvo la conciencia, que es de piedra, pero arenisca. El bueno, el puro, el virtuoso se permite el lujo de dar importancia a las cosas y eso lo mantiene en su envidiable condición. A los malos, en cambio, les importan pocas cosas, pues van desconectando los asuntos cruciales para que las alarmas les dejen dormir.
Eso de que algo no importa es un billete a los bajos fondos, una puerta al callejón, al fumadero, a la sentina de cualquiera y al banquillo, también. Importan la primera mentira, la primera raya, los primeros cuernos, el primer bofetón y la primera vez que el dedo aprieta el gatillo. Después, el hombre se desmadeja y entonces el mal lo traspasa como un puñal en la mantequilla porque no hay obstáculo, no hay reparo. Todo se ha hecho muchas más veces, tantas que eso o aquello no importa.
El «ahora» del «ahora no importa» del 'fiscal del Gobierno' despliega otro plano muy interesante, pues añade al asunto una condición temporal. Si las cosas no importan ahora es que en otro momento importaban, y ahora no porque otra cosa importa más y yo me estoy haciendo una idea de cuál es. El relato de la operación política contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, por ejemplo. Uno, sabiendo que algo está mal, decide levantar las barreras en ese momento, ahora que eso no importa. En realidad, no funciona así, porque los diez mandamientos no tenían grabada una cláusula por la cual había momentos en los que se podía robar, matar, mentir y tomar el nombre de Dios en vano y la condición de cualquier norma moral que se precie es que importe siempre.
Importan la primera mentira, la primera raya, los primeros cuernos, el primer bofetón
En mi Españita cada vez importan menos cosas que antes tenían su importancia. Lo del tema del independentismo, por ejemplo, la necesidad de traer a España a un fugado, tener presupuestos generales del Estado, la concurrencia del legislativo, los pactos con Bildu, lo del Sahara, las competencias de inmigración, el cumplimiento de las condenas de los terroristas y otras cosas que ahora parecen dar igual. En los países, como en las personas, la relajación absoluta de la norma es una señal de alarma, una luz intermitente en el salpicadero y eso que los modernos ahora llaman 'red flag'. Cuando nada nos importa es señal de que quizá todo debería empezar a preocuparnos mucho.
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