Amadeo-Martín Rey: La memoría íntima de la nobleza española

Se trata de un libro que muy pocas personas podrían escribir, ya que no es nada fácil que los aristócratas españoles cuenten anécdotas de sus familias a un escritor. «Ha habido de todo -relata el autor-. La mayoría me han dicho que colaboraban encantados, porque me conocen, somos amigos de amigos o, incluso, parientes. Pero una persona con títulos muy importantes, me dijo que no tenía nada que contarme porque no sabía nada sobre sus títulos ni su familia. Me dio pena. Y otra persona me recibió en su casa, pero al día siguiente me pidió no salir y taché su nombre de la lista».

Los demás le han contado «muchísimas cosas que no se sabían o no se habían publicado». Entre otros muchos hechos, el libro relata el intento de suicidio de una joven Eugenia de Montijo enamorada del marqués de Alcañices, cuyo inmenso palacio estaba donde ahora se levanta el Banco de España y fue quien sostuvo a Isabel II en el exilio. «El marqués se casó después con Sofía Troubetzcoy, una mujer interesantísima que era hija natural de Nicolás I de Rusia. Sofía se casó en primeras nupcias con el duque de Morny, que era hijo de un romance que mantuvo la Reina Hortensia de Holanda (esposa de Luis Bonaparte) con el conde Charles de Flahaut, quien a su vez era hijo natural de Talleyrand. Morny, que en su carruaje llevaba una hortensia -por su madre-, en lugar del escudo de su familia, decía de si mismo: 'Yo soy hijo natural, nieto natural y me he casado con una hija natural. En mi vida todo es natural'». «Morny fue el que creó Deauville como destino veraniego elegante de la época, y Eugenia de Montijo creó Biarritz. De hecho, el hotel Du Palais era su casa», añade. Rey destaca que el linaje de Eugenia de Montijo «le daba cien mil vueltas al de Napoleón III, porque aunque él fuera Emperador procedía de una familia de hidalgos corsos con muy poco brillo social e histórico».

En el libro, el autor relata, entre otras historias, la ruina del marqués de la Regalía, la vida de playboy del marqués del Portago ; la 'espontaneidad' del mayordomo peruano de la marquesa de Tamarit y las ocurrencias del chófer boliviano del marqués de Campo Real, embajador en Londres, que al verle vestido de diplomático le pidió una foto porque estaba «igualito a Simón Bolívar». También cuenta el corte que le dio la marquesa de Torrelaguna al Rey Alejandro de Serbia cuando él la vio, bellísima, asomada a un balcón en París y envió un ayudante para que le invitara a cenar a su residencia: «Dígale que yo no acostumbro a cenar con personas desconocidas» . Y muchas historias más, con todo lujo de detalles, en 600 páginas.