Alemania vivirá un punto de inflexión histórico en el Mundial de Brasil. El equipo de Joachim Löw, uno de los favoritos del torneo, puede coronar la revolución que vive el fútbol germano con lo único que le falta, un título, aunque también corre el riesgo de enterrar el cambio si sufre una nueva decepción.
"Ser campeones mundiales sería lo más grande. Este joven plantel aún no llegó a su cénit", señala Löw. El técnico de 54 años prometió presentar un equipo "absolutamente competitivo" en Brasil, aunque aclaró que en un Mundial nunca "hay una garantía de título".
Dentro y fuera de Alemania, la sensación es que la selección llega a Brasil en la fase justa de una larga maduración. El plantel combina la veteranía de jugadores como Philipp Lahm con la juventud descarada de un Mario Götze. Pilares como Manuel Neuer, Mesut Özil o Bastian Schweinsteiger aúnan experiencia con ambición.
El Mundial de Brasil es también el primer gran torneo desde que el fútbol alemán recuperó su peso europeo e internacional, en un proceso plasmado simbólicamente en la "final alemana" de Liga de Campeones europea que disputaron en 2013 el Bayern Múnich y el Borussia Dortmund. La cara de ese proceso es, precisamente, el propio Löw.
El entrenador llegó a la selección alemana hace diez años, primero como asistente técnico de Jürgen Klinsmann en 2004 y dos años más tarde como su sucesor. "Cuando asumí el cargo me propuse transformar el equipo", reconoció alguna vez. En los años siguientes quedó claro hasta qué punto pensaba hacerlo.
Löw entendió que el juego tradicionalmente pesado y en bloque que había dado a Alemania tres Mundiales (1954, 1974 y 1990) era ya obsoleto. Sin descartar esos valores, los aligeró con la apuesta por talentos jóvenes, un juego de toque más "español", mayor gusto por la posesión del balón y más jugadores de transición en el mediocampo.
La nueva Alemania superó el reto de enamorar a hinchas y directivos -que renovaron a Löw hasta 2016-, pero mantiene una deuda pendiente: ganar un título internacional. Löw se quedó a medio camino en el Mundial 2010 y las Eurocopas 2008 y 2012, tres torneos ganados por una España hegemónica. La última copa que alzó Alemania fue la Eurocopa de 1996.
"Lógicamente, ganar un título tiene una importancia inmensa para el entrenador, el equipo y la federación", reconoció Löw ante el Mundial de Brasil. "A eso aspiramos. Nos preparamos de un modo que, creemos, nos permite estar en condiciones de ganar un título".
Una fase clasificatoria casi perfecta dio la razón al técnico. Junto a Brasil, Argentina o España, Alemania es una de las grandes candidatas para llegar a la final del Mundial el 13 de julio en el Maracaná.
El largo camino comenzará en el Grupo G, uno de los más difíciles del torneo. Alemania protagonizará dos de los momentos más emotivos de la fase de grupos al chocar con el Portugal de Cristiano Ronaldo y con el Estados Unidos de Klinsmann, mentor de Löw. El otro integrante del grupo es Ghana.
Los alemanes son bien conscientes de que también afrontarán rivales fuera de la cancha. El calor, un público ardiente y los desplazamientos por el quinto país más grande del mundo chocan de frente con la obsesión germana por la seguridad y la previsión.
La maldición europea en Sudamérica
"Será casi imposible ganar el Mundial", advirtió por eso el mánager de la selección, Oliver Bierhoff, que en su sorprendente autoexclusión recordó que ninguna selección europea pudo ganar hasta ahora un Mundial en América.
La prensa alemana habla de un torneo "caliente" en todo sentido y Löw, que pide entender Brasil y disfrutar el país, agita también temores casi ancestrales: "Este Mundial superará probablemente todo lo que hemos vivido en los últimos años. He estado dos veces en Brasil y he conocido la fuerza brutal que reina en el país cuando se trata de fútbol".
En ese contexto, no sorprende que Alemania haya construido un predio de viviendas propio de 15.000 metros cuadrados para alojar a sus jugadores y cuerpo técnico, tras considerar que los hoteles posibles no cumplían con sus exigencias.
La construcción del llamado "Campo Bahía", al norte de Porto Seguro, no gustó a los organizadores en Brasil, que sintieron despreciada su oferta de alojamiento. Pero el proyecto refleja la seriedad con que Alemania afronta un Mundial en el que pone en juego, más que un título, una década de renovación histórica de su fútbol.
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