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El día en el que San Francisco obró un milagro en Madrid

Durante su estancia en Madrid, el santo italiano hizo ver a dos ciegos en una colina bajo Las Vistillas

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borja de jorge cañaveras

De la calle Segovia, junto al famoso viaducto, parte una empinada escalinata conocida como la «Cuesta de los Ciegos». La leyenda cuenta que su nombre se debe a un milagro que el mismísimo San Francisco de Asís obró en la ciudad.

Los 254 escalones que salvan el desnivel existente entre las calles de Segovia y de la Morería guardan una leyenda de milagros. En torno al año 1214, San Francisco de Asís llegó a Madrid tras hacer el Camino de Santiago. El santo decididó instalarse en lo que hoy en día es el parque de Las Vistillas, un monte de frondosa vegetación y lleno de madroños por aquel entonces. El fundador de la Orden Franciscana se quedó tan prendado del lugar y de sus vistas sobre el Manzanares que se construyó allí una pequeña cabaña en la que vivir, que con el paso de los siglos se convirtió en la basílica de San Francisco El Grande.

Como era su costumbre, Francisco vivía por y para los que menos tenían, relegando su vida a la más absoluta humildad. Un día, le entregó al prior del cercano convento de San Martín una cesta de peces. El religioso, agradecido, le regaló al santo una ánfora de aceite.

A su vuelta a su cabaña de Las Vistillas, San Francisco se encontró, en lo que hoy es la Cuesta de los Ciegos, a un grupo de éstos, que sabedores de su buen corazón, le pidieron limosna. El santo italiano, sin tener nada más que darles, les ofreció aceite con el que los ciegos se frotaron los ojos y empezaron a ver.

El milagro de Francisco pronto se hizo famoso en los mentideros de la Villa. La leyenda también cuenta que dos moriscos quisieron engañar al santo y se hicieron pasar por ciegos para que éste les curase con aceite. El italiano, percatándose del engaño, les frotó los ojos con el líquido, dejándoles ciegos. Ante las súplicas de los arrepentidos moriscos, Francisco les encomendó a llevar una vida de trabajo y decencia que éstos pronto cumplieron, recuperando así la vista y «ganándose el cielo».

Una cuesta con mucha historia

Hasta ahí la leyenda del santo por Madrid. Otra versión, esta más realista, cuenta que el nombre de la cuesta se debe a que en el siglo XIII, un grupo de ciegos solía cantar en sus inmediaciones a cambio de algo que llevarse a la boca.

Lo que si que es real, aunque no deja de ser misterioso, es un pequeño túnel excavado en la roca, con muros de mampostería, y que podría datar de la Edad Media. El estrecho pasadizo, por el que ahora solamente transcurre un pequeño hilo de agua, pudo ser una vía de escape de la ciudad, al ir a parar a un lugar de difícil acceso tras atravesar la muralla.

Otra de las curiosidades de esta cuesta es la fuente que se alza a sus pies. Una fuente construida en 1932 y que aún conserva un escudo de la ciudad con la corona republicana.

Y es que la Cuesta de los Ciegos siempre fue un lugar emblemático de la Villa y Corte. Paso obligado para llegar antes a la ribera del Manzanares, fueron muchos los que «probaron» la cuesta, por lo que los madrileños la empezaron a llamar de «Arrastraculos».

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