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Cuidar sin descuidarse

Atender a un dependiente sin olvidarse de uno mismo, ejes de las jornadas del Hospital Virgen de la Torre. A sus ocho ediciones han asistido más de 460 «alumnos»

Cuidar sin descuidarse ABC

m. J. Álvarez

¿Cómo desconectar cuándo no se puede más? ¿Cuándo el cuerpo y la mente dicen basta? ¿Cuándo nos sentimos culpables por dedicar media hora al día para nosotros mismos o, simplemente, a los quehaceres cotidianos? ¿Qué sucede si pensamos que no lo estamos hacemos bien? ¿Cómo podemos descargar la tensión, delegar y liberarnos para no estresarnos?

Todo ello pertenece al denominado «síndrome del cuidador», una tarea a la que se dedican, básicamente, mujeres en nuestro país: 8 de cada 10, de las que una de cada seis tienen más de 60 años. Gran parte de ellas comparten vivienda con el enfermo crónico —marido, padre, madre, suegros...— y ejercen un difícil trabajo que ni está reconocido ni tiene precio: dura 24 horas los 365 días del año.

Para enseñar a afrontar esta dura tarea de manera adecuada, así como toda la atención y carga que requiere una persona dependiente, el Hospital público Virgen de la Torre (Villa de Vallecas), organiza dos o tres veces al año unas jornadas informativas de apoyo a familiares y pacientes que llevan por título: «Cuidar sin descuidarse».

«Es esencial aprender a decir "no" al enfermo y dejar de dárselo todo»Ya se han celebrado ocho ediciones a las que han asistido más de 460 personas, fundamentalmente, familiares de pacientes que están o estuvieron ingresados en el centro. A lo largo de cinco sesiones, abordan desde el aspecto psicológico del familiar y la alimentación de los enfermos crónicos, la higiene, movilizaciones, cambios posturales, manejo de medicamentos, así como los recursos sociales para los que afrontan la última etapa de su vida e información práctica sobre sus últimas voluntades.

Las charlas son impartidas por un equipo multidisciplinar integrado por personalmédico, farmacéutico y de enfermería, junto a una dietista, una psicóloga, una trabajadora social y una terapeuta ocupacional.

Señales de alarma

«Las señales de alarma llegan cuando el cuidador se ignora, descuida su vida personal y social, y en casos extremos, incluso su higiene», explica la psicóloga Teresa Fluxá. A ello, añade el insomnio, la sensación de soledad, los problemas de concentración y la pérdida del interés por las personas o cosas que antes nos atraían o proporcionaban placer», alega.

«¿Qué podemos hacer?», explica Federico, un septuagenario, dedicado en cuerpo y alma a su mujer, que sufre parálisis progresiva desde hace cinco años. «No duermo ni por las noches. No descanso ni una hora diaria. Me llama desesperada si no me ve y si se acuesta, yo lo tengo que hacer también aunque sean las diez de la noche», explica con la voz entrecortada. «Hay que desconectar y comunicarse, —le responde la terapeuta Cristina García—, delegar, pedir ayuda a otros familiares y dedicarse tiempo a uno mismo. «Mi hija viene a hacer la comida y a limpiar la casa y es el único momento del día que puedo salir un rato, pero jamás desconecto».

Teresa, es la cara opuesta de la moneda. «Yo siempre he tenido que pedir permiso a mi madre para todo. Ahora, está enferma de alzheimer y me he apuntado a dibujo y a gimnasia una hora al día. Desde que lo hago, afronto su cuidado con más optimismo». «Yo jamás he dejado de trabajar, dice María Jesús de 56 años». Cuidó a su padre, que ya falleció y ahora a su madre, de 82, que, para colmo, se ha roto la pelvis. Para ambas la atención que prestan a sus familiares les genera una gran satisfacción personal.

La psicóloga explica que también es fundamental aprender a decir «no», al paciente y al resto de allegados, dejar de «dárselo todo para no anularle y procurar que él haga todas las actividades que pueda para conseguir mayor autonomía». «Es cierto, responde Manuel, si no, nos convertimos en sus criados y fomentamos su dependencia».

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