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sucesos

Así son los Pink Panthers, mercenarios del diamante, la banda más buscada del mundo

La detención en Alcalá de uno de los atracadores más buscados del mundo ejemplifica el trabajo policial contra el mayor sindicato del crimen organizado

CARLOS HIDALGO

Martes, 11 de febrero. Inmediaciones del hotel Alcalá Plaza. Son las 11.50 de la mañana. Nueve policías del Grupo de Atracos de la UDEV Central se apostan, vigilantes, en varios puntos de la calle. Van armados. Ven salir del hotel alcalaíno a uno de los delincuentes más buscados por Interpol. Es Borko Ilincic , un serbio de 33 años que parece un armario empotrado. Le acompaña un compatriota de similares características. Acaban de pasar dos días en la ciudad complutense, procedentes de Alemania, y se disponen a tomar un vuelo a Amsterdam.

La actuación es rapidísima. Se echan sobre ellos y no les da tiempo a ofrecer resistencia. La información llegada 24 horas antes a la Policía española excelente. Uno de los miembros de la banda de los Pink Panthers (Panteras Rosas), «un pata negra» a juicio de los investigadores, ya estaba apresado. Tenía pendiente una condena a cadena perpetua en los Emiratos Árabes por un atraco millonario a una joyería de altísimo nivel de Dubái, en abril de 2007. Un hecho que el propio Borko desconocía.

Hasta que, engrilletado, le sentaron en la segunda planta del complejo policial de Canillas. «No me llamo Borko, sino Iván, y soy bosnio», mintió, utilizando un pasaporte falso de ese país. Minutos después, un acto reflejo le echó por tierra su treta. Un agente gritó su nombre a su espalda. Borko, inmediatamente, volvió la cabeza, en señal de respuesta. «Tienes un problema, porque te están buscando en Dubái y estás detenido», le explicó el jefe del grupo. «Soy una persona normal. Ahora estoy en paro y he venido a hacer turismo. ¡No hay país que me guste más que España! ¡España es genial!», llegó a esgrimir el «pink panther».

Cuando le preguntaron si alguna vez había sido arrestado, reconoció: «Me han detenido en otros países, por robos en joyerías». Los policías le entregaron la orden de detención internacional que pesaba sobre él. No tuvo más remedio que confesar que era Borko. Portaba 1.200 euros, 200 francos suizos, 300 dólares americanos y un puñado de dinares serbios.

La conversación transcurrió en inglés, uno de los cinco idiomas en los que se maneja el serbio. «Ahora voy a aprender español, ¿verdad?», preguntó al verse descubierto. «No te quepa la menor duda», fue la respuesta del policía de la UDEV. Le dieron la noticia de que le esperaba una condena de por vida en el emirato, tras ser juzgado en rebeldía. Se quedó helado.

Borko es uno de los estandartes de la segunda generación de los «Pink Panthers». A mediados de los años 90, tras la guerra de los Balcanes, muchos jóvenes que habían pertenecido a unidades paramilitares se encuentra en medio de la pobreza, de una región destrozada y con dos únicos horizontes: el tráfico de drogas o el robo de joyas a altísimo nivel.

Base de datos internacional

La formación militar adquirida, la disciplina en su ADN, la cultura violenta mamada y su especialización en armas de guerra lleva a comenzar a actuar a las primeras células de la banda en 1995. En 2000, el problema comenzó a ser serio —explica un experto policía—. Interpol creó en 2007, a raíz del robo en la exclusivísima joyería Graff del centro comercial dubaití Wafi Mall (en el que participó Borko y del que se llevaron más de 3 millones de euros en piedras preciosas), el Proyecto Pink Panther. «Buena parte de la iniciativa fue de Mónaco, por el poder adquisitivo que se mueve allí, pero muchos países se interesaron: Suiza, Austria, Alemania, Luxemburgo, Bélgica, China, Japón, Qatar, EE.UU. (han llegado a actuar en Hawái)... Y también España», explica un experto policial.

Interpol sólo tiene media decena de proyectos especializados, y dan buenos resultados. Nuestro interlocutor lleva años asistiendo a las reuniones: «En ellas se conoce a todos los responsables de las investigaciones a nivel de cada país, y somos más de veinte. Hacemos una puesta en común. Porque la clave para atajar este fenómeno es la colaboración internacional. Allí, vemos fotogramas de los atracos, sus caras, nombres, huellas, restos de ADN. Metemos los datos en nuestras bases, creamos un dossier y trabajamos con ello. Es una labor espectacular».

España es un país puntero en esta investigación, como revela la reciente actuación en Madrid. También ha sufrido el zarpazo de estos mercenarios del diamante. En 2003, dieron el primer golpe, en la joyería Rabat, en Barcelona; en 2008, le tocó el turno a la Pagoda, en el sur de Tenerife; volvieron a la capital catalana en tres ocasiones, en 2011. Y en 2009, dos «pink panthers» actuaron en la exclusivísima Tiffany’s de Ortega y Gasset, en plena «Milla de Oro»: se llevaron varios anillos de platino con diamantes.

En el caso del atraco en Canarias, las cámaras de seguridad no funcionaban. Por lo tanto, no había rostros que cotejar. Pero la Policía encontró las ropas de los delincuentes en un terraplén, cerca del mar. Se extrajeron restos de ADN. Las víctimas reconocieron las prendas. Las piezas empezaban a encajar y se invirtieron semanas en vigilancias. Los dos sospechosos habían dado también un «palo» en Tokio y la Policía española trabajó con la japonesa, que puso sobre la pista a nada menos que 70 agentes nipones. Finalmente, uno de ellos cayó en Chipre, cuando estaba a punto de tomar un avión a Israel. Se le trajo a España y fue extraditado a Japón. Le cayeron doce años de cárcel por robar una tiara y un collar valorados en más de 3 millones de euros. Era un encargo: trabajan a la carta o para sí mismos, pero siempre utilizando a receptadores.

«El que atraca no vende»

«Se reparten las tareas. El que atraca no vende nunca las joyas, por eso es más difícil atraparles. Es todo un reto. Sospechamos que los diamantes pueden acabar en Amberes o Israel; los relojes y el resto de joyas van a Suiza e Italia, donde se celebran importantes ferias del gremio», indica el policía.

Los Pink Panthers son más de 200, están repartidos por todo el mundo (tienen una gran movilidad geográfica, son cultos y hablan varios idiomas) y han cometido más de 120 atracos. Se han embolsado más de 320 millones de euros. El dato corresponde a los golpes cometidos sólo desde 2007.

Sus modus operandi son espectaculares: pueden estar hasta tres meses vigilando sus objetivos; el día del atraco, como ocurrió en París, llaman a los empleados de la joyería por sus nombres de pila; se disfrazan de mujer; huyen en helicóptero y lancha; detonan los coches que han utilizado, que siempre son BMW o Audi...

Suelen volver a los Balcanes, con muchísimo dinero. Se compran pisos, coches... Crearon así un efecto llamada en la segunda generación, jóvenes que no vivieron la guerra pero que han heredado ese carácter militar. Borko, el detenido en Alcalá, es uno de ellos.

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