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Buscadores de psicofonías
En la cueva de Fátima, muy cerca de la catedral, el escritor José Ignacio Carmona rastreó voces del más allá
La orden del Toledo oculto quiso dar, el pasado viernes, un paso más allá en sus paseos por el Toledo mágico. O mejor dicho, hacia el más allá. Al término de su habitual ruta nocturna se invitó a los asistentes a formar parte de una experiencia para intentar captar psicofonías de la mano del escritor Jose Ignacio Carmona, experimentado en dichos menesteres.
«Esto no va a ser más que una experiencia romántica, lo más lógico es que aquí no se capte nada extraño», advertía Carmona a los asistentes antes de dar al rec en su equipo de grabación. «Estamos en la cueva de Fátima, Toledo. 7 de diciembre. Diez y treinta y dos. Nos dirigimos a nuestras voces amigas? ¿Hay alguien aquí con nosotros?». Con un sepulcral silencio en el ambiente , el escritor y los asistentes hicieron preguntas a los posibles habitantes de otro tiempo del recinto. Respuestas que, si bien a golpe de oído resultaron inexistentes llegaron a dejar boquiabierto al empírico director del experimento pues, al revisar la cinta, no tardaron en aparecer sonidos extraños. De los mismos, la mayoría eran indescriptibles a primera instancia pero algunos otros, fueron más rotundos como un presunto «soy hombre» registrado a continuación de una pregunta sobre el sexo del hablante en cuestión. Ahora, un laboratorio especializado al respecto determinará si se trata de esa respuesta o del efecto de la sugestión de los allí presentes.
¿Voces del más allá?
El escritor Jose Ignacio Carmona insiste en que, entre el mundo científico, todavía no se ha dado una respueta contundente a este fenómeno. Explica que las psicofonías son una realidad a la que no podemos poner nombre, pero que se manifiesta inteligentemente. Tanto es así que en algunas ocasiones ha sido testigo de como algunas pronunciaban su nombre o se adelantaban a hechos que le iban a suceder. Anécdotas tiene miles , como la de una jornada en la que un amigo excéptico y él realizaron grabaciones en un santuario para los amantes de esta disciplina, las ruinas de Santa María de Melque. Allí, solos y en medio de la nada, buscando un emplazamiento para la sesión, fueron testigos de como una nítida voz emitía un claro «detente». No sabemos si su amigo cambió su opinión sobre el asunto, eso sí, fue la primera y la última vez que acompañó a su amigo a hacer algo similar.
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