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Entrevista exclusiva a ABC

Una superviviente del Madrid Arena: «No he vuelto a una discoteca y sigo en el psiquiatra»

«Nos metieron por una rampa, como si fuéramos burros. Estábamos destinados a la muerte», relata Alejandra, de 19 años, atrapada en la avalancha mortal

Una superviviente del Madrid Arena: «No he vuelto a una discoteca y sigo en el psiquiatra» IGNACIO GIL

Carlos hidalgo

«En el vomitorio del Madrid Arena, volví a nacer ». Alejandra Lozano tiene 19 años y la madrugada de Halloween de 2012 pasó cerca de una hora atrapada entre la montonera de gente y la pared de la ratonera donde murieron cinco chicas. «Pese a todo, me siento afortunada. Poca gente murió allí para lo que ocurrió », nos cuenta cuando, un año después, aún sufre las secuelas de la tragedia .

«Siento rabia e impotencia. Quiero ver a gente encerrada y que pague por lo que pasó», dice, sin apenas atisbo de rencor en su voz, pero con contundencia, a la vez que muestra todo su apoyo a las familias de las cinco niñas muertas. Sabe que estuvo a punto de ser una de ellas.

«Estuve a punto de no ir a la macrofiesta, porque unos días antes había estado enferma del estómago. Pero como era el cumpleaños de una amiga, decidí ir. Me tomé sólo una botella de Aquarius, y, según me dijo luego el médico, esa fue una de las cosas que me salvó», comienza a recordar. Alejandra fue una de las muchas personas que, hasta el inicio de la actuación del Dj Steve Aoki , permaneció en el parking exterior del recinto.

«Nadie se saltó el control»

«No estaba como siempre, sino mucho más lleno . En el camino entre el aparcamiento y la valla de entrada ya había cola y cuando entramos en el recinto había más gente. Decidimos ir al interior a las 3.05. Cuando llegamos al lugar donde, supuestamente, nos debían cachear, sólo nos cogió la entrada un chico que tenía chaleco reflectante».

No les devolvió el resguardo del tique , así que una amiga que los coleccionaba se lo pidió al portero, que le espetó: «¡No, niña, entra!». «Vi que dejaban las entradas debajo del mostrador, pero apiladas. Sospecho que las debían de revender , aunque no lo vi. Lo que sí presencié era cómo gente que estaba en el exterior de la valla pedía entradas para entrar».

Deja una cosa clara: no hubo avalancha desde el botellón al interior del perímetro del recinto municipal. Niega que los jóvenes se saltaran a la torera el control de entradas en masa, como defiende que ocurrió el principal acusado en el caso, el empresario Miguel Ángel Flores.

La siguiente sorpresa fue que, una vez cruzada la explanada entre el control de entradas y el pabellón, no les dejaron acceder por la puerta principal. « Nos desviaron por la izquierda mientras gritaban: ‘¡Vamos, vamos !’. Nos metieron por un subterráneo como si fuéramos burros, y salíamos directamente a la planta donde está la pista, al piso 0».

«Sentí como si me arrastrara una marea»

Recuerda cómo luego estaba en la parte superior de las escaleras que daban a la parte del vomitorio mortal, en el anillo que circunda la pista central: «Me asomé y vi a tanta gente… Las dos escaleras estaban colapsadas . Bajé con mis amigos por el lateral y debió de ser cuando empezó la avalancha, pues sentí como si me arrastrara una marea. Eras como un bicho, un títere» .

Y se vio dentro del pasillo, en pleno tapón. Consiguió atravesarlo, pero nada más llegar al umbral de la pista central, quedó atrapada. «Lo que no sabía era que había gente que estaba saliendo. Me quedé sola en la entrada de la pista. Steve Aoki ya estaba tocando. Veía cómo venían manadas de gente hacia mí y me quedé atrapada contra una de las barras de bebidas. Me caí y los propios camareros se ponían nerviosos, porque veían cómo la barra se vencía». Y así ocurrió. La barra se vino al suelo, y bajo ella, Alejandra: «Entonces, sentí una quemazón desde la cabeza al coxis, por toda la espalda. Entre todos los camareros levantaron la barra a pulso y me dieron con ella en la cadera. Me vi tan atrapada, que no sabía adónde ir».

«Estábamos atrapados como ratas. En cuatro metros cuadrados había 30 personas»Pero la pesadilla no hacía más que empezar . Porque, a la desesperada, Alejandra volvió a meterse en el pasillo. «Fue peor aún. Sólo veía a gente contra mí y sentía golpes. Me quedé parada a la izquierda del túnel, y la gente no paraba de empujar. Yo no conseguía ver por qué no nos dejaban avanzar. Estábamos atrapados como ratas. En unos 4 metros cuadrados había treinta personas o más, como lonchas de carne. Me quedé atrapada contra la pared. Una chica a mi lado no paraba de gritar: ‘¡Me voy a morir!’».

Aquello era una locura. «Estaba tan atrapada contra la pared, que no pisaba el suelo, tenía los pies en el aire . Para colmo, había pegado a mí un chaval disfrazado de hamburguesa, que gritaba: ‘¡Por favor, me estoy asfixiando!’».Entre tanta histeria, había también momentos de cordura y solidaridad . Alejandra explica que los chicos se ponían detrás de las niñas que estaba contra la pared, para protegerlas y aliviar la falta de aire.

«¡Hay niñas muertas!»

«Encima, a los 20 minutos de estar así, empezó a entrar humo. Creí que me iba a morir quemada o asfixiada, no sabía que eran petardos. Los de los chalecos reflectantes chillaban: ‘¡Para atrás! ¡Que hay niñas muertas!’... ¡Y yo ni siquiera tenía los pies en el suelo!». Sentí cómo mi cuerpo se iba apagando , como sueño, porque no me llegaba el oxígeno. Pensé que, si me desmayaba, iba a morir pisoteada sola en una fiesta y contra la pared. Éramos como animales . En situaciones así te surge el instito animal: sólo pensabas en respirar, sobrevivir como fuese, y te daba igual el resto de la gente», confiesa.

Entonces, el azar quiso que entre la montonera viese a un chico de Pozuelo, donde ella vive, al que acompañaba otro joven alto. « Tiraron de mí y me quitaron de la pared . Otro chaval, con un ataque de ansiedad, me tiró del pelo. Mucha gente se quitaba la ropa. Yo me quedé en tirantes. Lo perdí todo, menos el móvil. Oía gritar: ‘¡Mi amiga se muere!...’».

«Desde lo alto de una puerta vi como sacaban a Alejandra terminó subida en lo alto de una de las puertas de emergencia . Literalmente. «Desde ahí arriba vi cómo sacaban a una de las niñas. Me quería morir. Estábamos destinados a la muerte. A los diez minutos, un vigilante tiró de mí y me volvió a lanzar dentro de la pista».

La gente que disfrutaba del Dj ni se había enterado de lo que ocurría. Hasta otro portero, que no tenía ni idea de la tragedia, dijo: «¿Te han pegado?». Lo que Alejandra se encontró fuera fue gente sin zapatos, llorando, con cortes, la ropa rota, y la piel y los pelos arrancados . Estuvo 15 minutos en shock, hasta que oyó: «¡Pum! Era una chica. Estaba verde. Creo que se le había caído a un vigilante».

Alejandra acabó con cervicalgia , dorsalgia postraumática, contusiones, aplastamiento del tórax... Sigue con ansiolíticos y somníferos , yendo al psiquiatra. «Si alguien se me echa encima, me desquicio. Me sentía en peligro constante. No he vuelto a ir a una macrofiesta y ni a una discoteca. En los centros comerciales me echaba a llorar y he llegado, en pleno atasco, a sentir agobio escuchando los pitidos y salir del coche, sentarme en el arcén y llamar a mi padre».

«Hay que depurar responsabilidades. Quiero ver a gente encerrada y que pague por lo que ocurrió», sentencia.

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