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Asedio policial en el «Bronx» madrileño

ABC patrulla con los «Bronce» por Alto de San Isidro, donde se ha intensificado la presencia policial para frenar la criminalidad del barrio

Asedio policial en el «Bronx» madrileño video: carolina mínguez y luis miguel l. farraces/ foto: víctor lerena

tatiana g. rivas

Las miradas desafiantes de los residentes de Alto de San Isidro no cesan. Todas se centran en un objetivo: los coches patrulla de Policía Nacional que irrumpen en su dominio perturbando sus «negocios» ilegales. No hay una sola persona que no se gire con aire provocador y continúe su mirada hasta que pierde el zeta de vista, ya sea desde los balcones, a pie de calle o en el interior de un vehículo. Ese gesto a modo de repulsa se repite desde hace una semana de forma más sistemática, ya que se ha incrementado la presencia policial en esta zona, donde la venta de estupefacientes, los atracos y los robos a vehículos son la única forma de vida.

El asedio del Cuerpo Nacional de Policía en este conflictivo distrito de Carabanchel es permanente, sobre todo en Alto de San Isidro y Pan Bendito. Además de los propios agentes de la comisaría, la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), más conocidos por su indicativo «Bronce», peinan el lugar con rondas y filtros cercanos a los accesos a estos barrios. Armas blancas, drogas y otros efectos suelen primar en las incautaciones. «Estos filtros no pueden colocarse dentro de los barrios porque se dan el agua y no surten efecto. Además, nos lanzan objetos de todo tipo desde las azoteas. Se tienen que ubicar en zonas cercanas donde no haya muchas calles por las que puedan escapar, donde se afecte al tráfico mínimamente y donde no se nos vea para que tomen otro camino, explica «Bronce 20», inspector de uno de los grupos de la UPR.

Alto a los vehículos

Son las 16.00 horas. Aparece un todoterreno con una luna rota cerca de Alto de San Isidro. Hace unos minutos han robado en su interior a un obrero que trabaja en la zona cerca del metro de Carpetana. Los agentes cotejan que el automóvil pertenece al hombre que ha respondido por él. Todo en orden. «Donde esta gente vive es tranquilo en cuanto a robos, pero los afectados son los vecinos de al lado», apunta otro agente.

En torno a las 16.30 horas, tres ocupantes de etnia gitana, de entre 20 y 22 años, de un Seat León gris echan un pulso a los policías con mirada altiva y se pierden a gran velocidad dándoles esquinazo por la calle del General Ricardos. «¡Sígueles!», ordena «Bronce 20» a su subordinado. Con los luminosos giratorios en marcha les paran. «Documentación», les exigen. «Señor agente, es la segunda vez que nos paran en un momento», se justifica el conductor. El copiloto, que ríe, sujeta con la mano un vaso de tubo de cristal con hielos y líquido. Aparentemente se trata de bebida energizante. «¿Tienen antecedentes?», les preguntan los funcionarios antes de pedir su ficha por el «walkie». «Yo acabo de salir de la cárcel de cumplir condena», expresa el pasajero de la parte trasera. «¿El motivo?». «Nada, por meter dos puñaladas a un tío», admite con sorna el delincuente. «¿Yo no sé por qué nos paran tantas veces, señor agente? Voy a vender el coche», interrumpe el conductor. Tras comprobar que no tienen ningún requerimiento judicial, siguen su camino.

Huida para evitar el control

En torno a las 19.00 horas, después de patrullar por todo el distrito de Carabanchel –de los más conflictivos de la capital–, los «Bronce» implantan un control en la avenida del Euro, una vía de acceso a Pan Bendito. El primer vehículo que paran, destartalado, aparenta ser a todas luces una «cunda» o taxi de la droga.

Dos hombres de etnia gitana están en la parte delantera. Detrás, tres tipos variopintos. El conductor dice que no lleva documentación. Comienza la inspección y los cacheos. En el automóvil interceptan una pistola de plástico. «Es para imponer respeto en algunas zonas a las que vayan a por droga», señala un agente. También incautan una navaja que porta uno de ellos y un palo. «¿Esa pistola de quién es? Ni sabía que estaba. Eso es el niño, que se le ha caído, agente», manifiesta el copiloto calé.

Un cocker de los Guías Caninos, en el lugar, olfatea todo el coche. No hay rastro de drogas. Continúan parando vehículos durante tres cuartos de hora. La mayoría cuentan con antecedentes de algún tipo en su reseña. En torno a las 20.00 horas, el filtro se instala en Paseo de la Ermita del Santo, una vía de acceso a Alto de San Isidro. En este punto, cuatro coches hacen un cambio de sentido para saltarse el control y los agentes se lanzan a por ellos a toda velocidad. «Algunos lo hacen porque no saben bien en qué situación están de regularidad en el país, otros porque se han tomado una caña y creen que van a dar positivo». Así es el día a día en estas zonas de mayor peligrosidad. Lo que es un hecho es que se ha multiplicado el azote policial.

Asedio policial en el «Bronx» madrileño

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