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El cura de Padrón, tras la muerte de su asistenta: «Estoy asustado»

La casa rectoral donde tres asaltantes acabaron con la vida de una mujer de 78 años está plagada de huellas dactilares. Los investigadores buscan el coche del párroco en el que los ladrones se dieron a la fuga después del brutal ataque

El cura de Padrón, tras la muerte de su asistenta: «Estoy asustado» miguel muñiz

patricia abet

«Muy asustado», tal y como confesaba estar a una familiar pocas horas después del atraco, el cura de la parroquia coruñesa de Cruces, Ramón Barral, se convertía este lunes en centro de atención de un cruento crimen que se saldó con la muerte de su asistenta , de 78 años de edad. Los hechos se desencadenaron en la noche del pasado domingo cuando alguien llamó a la vivienda donde el párroco del municipio vivía con su ayudante, María Soto. Eran poco más de las 9 de la noche y ningún vecino se percató de lo que estaba ocurriendo. Según fuentes de la investigación, tres hombres —un encapuchado y dos a cara descubierta— accedieron al domicilio por la entrada principal e inmovilizaron a sus víctimas.

Protegidos por la muralla que rodea la rectoral, los asaltantes se encerraron en la casa y golpearon al párroco mientras revolvían las habitaciones. Aunque se desconoce el móvil del atraco, todo apunta a que buscaban la recaudación de la romería que se había celebrado en la aldea la semana anterior y que, presuntamente, el cura custodiaba. Esta hipótesis —la principal línea de investigación por el momento— se apoya en otros dos robos que la misma rectoral sufrió en los meses de marzo y mayo. Atracos que, según los vecinos de la zona, «siempre coincidían con momentos en los que en la iglesia se había hecho alguna colecta».

Asfixiada con la mordaza

A falta de los resultados de la autopsia que confirmarán los motivos de la muerte de la asistente, todo apunta a que ésta falleció a causa de la asfixia que le produjo la mordaza con la que los ladrones trataron de acallar sus gritos. La alarma por lo sucedido la dio el propio cura, que se liberó de las ataduras para telefonear a su hermana y pedir auxilio.

Ya en la vivienda, los efectivos de la Policía Judicial levantaron un perímetro que impidió el acceso a la zona de curiosos y peregrinos —un tramo del Camino de Santiago pasa por delante de la rectoral— y se afanaron en buscar pruebas que ayuden a dar con la identidad de los asaltantes. Aunque al cierre de esta edición no se habían producido detenciones, fuentes cercanas al grupo de la Policía Nacional que se encarga de las pesquisas sí confirmaron a ABC que las primeras inspecciones oculares revelaron que el domicilio estaba plagado de huellas dactilares, lo que hace pensar que los atracadores no fueron especialmente cuidadosos durante el golpe.

Además, por el tipo de ataque y por el acento de sus protagonistas, se descarta que se trate de una banda extranjera. Así las cosas, todas las pesquisas se centran en delincuentes comunes que, según las mismas fuentes confirmaron a este diario, podrían estar fichados.

A la fuga en el coche del cura

Con algunos nombres ya sobre la mesa, los investigadores activaron un dispositivo de búsqueda para localizar el vehículo del cura de Cruces en el que los ladrones se dieron a la fuga. Se trata de un Peugeot 306 de color blanco que estaba aparcado en un galpón anexo a la vivienda del religioso y que los cacos robaron después de preguntarle a su dueño «si tenía gasolina». Para dar con el turismo, agentes de la Guardia Civil peinaron, sin éxito, las carreteras de acceso a Padrón y alrededores.

Ingresado de urgencia a causa de la paliza recibida, el párroco regresó a su domicilio al filo de las 12.30 horas de la mañana, nada más recibir el alta hospitalaria. Lo hizo acompañado de varios familiares que lo ayudaron a entrar en la casa donde lo esperaba la juez encargada del caso y los agentes judiciales. Ya en el interior, el religioso participó de una suerte de reconstrucción que se prolongó alrededor de dos horas. Todavía en estado de «shock», en el rostro del cura se percibían las marcas y magulladuras provocadas durante el ataque. Sobre su estado anímico, un familiar reconoció a este diario que él prefiere no regresar a su vivienda y pasar unos días con una de sus hermanas.

También muy afectado por lo sucedido, el hermano de la víctima mortal lamentaba que «al final lo han conseguido», en referencia a los dos atracos de los que la rectoral había sido objeto y que su hermana había vivido en primera persona. Por su parte, el inesperado asalto a la vivienda y el fallecimiento de María Soto fue valorado por el Arzobispado de Santiago como un hecho «triste y lamentable». «Esperamos que los autores sean puestos a disposición judicial», afirmaban pocas horas después de conocer lo acontecido.

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